Más de 45 mil niños expuestos a la trata en Paraguay
01 mayo, 2017
category: EDICIONES IMPRESAS
Criadazgo, una institución esclavista
El criadazgo permite que niñas y niños de hogares muy humildes sean dejados desde muy pequeños “al cuidado” de familias acomodadas. Entre sombras legales, muchos sufren abusos físicos y sexuales.
Es una práctica socialmente instalada que ha trascendido generaciones en Paraguay. Familias de buena posición crían niños a quienes sus padres “ceden” en la creencia de que allí tendrán abrigo, alimento, educación y forjarán un porvenir. A cambio de eso los pequeños, en general niñas, realizan tareas domésticas. De las puertas hacia dentro pocas cosas se saben sobre esos menores que luego serán adolescentes y jóvenes.
Es considerado una forma de trabajo infantil aunque la situación es mucho más compleja y grave. Informes particulares y oficiales sostienen que hay una relación directa entre criadazgo y trata de personas; compromete la perspectiva de género y refuerza un modelo que entiende lógico que las tareas hogareñas corresponden a las mujeres. El sistema todavía tiene aceptación importante en la sociedad paraguaya, sobre todo en las pequeñas ciudades o en las zonas rurales.
Tuvieron que suceder varias tragedias de menores para que la historia comience a rebelarse contra el poder y el ocultamiento. Amparados por una cultura machista casi infranqueable, es el poder económico y político el que define en qué manos y a qué precio estos niños y niñas llegarán a adultos.
La prensa paraguaya denuncia periódicamente hechos donde menores son golpeados, abusados u obligados a trabajar en condiciones inhumanas. El criadazgo es parte de las peores tradiciones de Paraguay y sus víctimas son niñas y niños pobres en general del interior del país. Esta práctica está vista como una forma de trabajo infantil pero también en algunos casos como la puerta de entrada a la trata de personas. La línea es delgada entre mundos por lo general ocultos.
Naciones Unidas define la trata de menores cuando estos, especialmente mujeres, son llevados a lugares alejados de sus casas con el propósito de ser explotados. También define que cuando un menor es dado a otra persona con vistas a la explotación se constituye una práctica cercana a la esclavitud. Entre ambas definiciones se cuela el criadazgo.
La sociedad paraguaya, en general, no considera el trabajo doméstico como empleo regulado. De la misma manera los empleadores no consideran a las niñas criadas como trabajadoras domésticas sino beneficiarias de un mejor nivel de vida luego de ser recibidas por familias en su gran mayoría de clases altas o medias altas aunque también se registran casos de tenencia en familias menos acomodadas económicamente. Allí realizan tareas que van desde la limpieza del hogar hasta el cuidado de bebés y jardinería.
Incipiente acción
Se estima que en Paraguay casi 700 mil niños de entre 5 y 17 años realizan algún tipo de trabajo doméstico no remunerado. En este país, como en la mayoría de los de América Latina, no se consideran explotados los menores que ayudan a sus padres en tareas domésticas en sus casas o en pequeñas fincas productivas familiares. Pero las estadísticas oficiales no logran determinar con certeza cuántos de estos 700 mil niños realizan tareas domésticas en hogares de terceros (bajo el sistema de criadazgo) ni en qué condiciones.
Los últimos datos oficiales se conocieron en 2011 y a eso se agrega un informe del Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef) de fines de 2014. El trabajo de 2011 denominado “Encuesta nacional de actividades de niños, niñas y adolescentes” determinó que 46.993 niñas, niños y adolescentes en Paraguay se encuentran en situación de criadazgo. Estos casi 47 mil menores representaban entonces el 2,5% del total de la población infantil del país. El actual responsable de la Coordinadora para la Erradicación del Trabajo Infantil, Lorenzo Vázquez, admite que desde 2011 hasta hoy las cosas no han cambiado mucho y que los datos son estimativos debido a que las familias no revelan la situación en la que se encuentran los menores a su cargo.
La Coordinación Técnica de Erradicación de Trabajo Infantil (Ceti), que depende de la Secretaría Nacional de Niñez y Adolescencia, es una de las instituciones del Estado paraguayo que aborda algunas de las consecuencias del criadazgo, fundamentalmente las que apuntan a la utilización de los menores en actividades laborales. Sucede que en lo que va del siglo las mayores preocupaciones de los organismos públicos y no gubernamentales se centran en las cifras del empleo infantil y adolescente. Las advertencias de organismos internacionales como Unicef o la Organización Internacional del Trabajo (OIT) van también en ese mismo sentido. Pero el criadazgo conlleva algo más grave aún: no es sólo la explotación laboral (hecho grave en sí mismo) sino también el grado de vulnerabilidad que convierte a muchos criados en víctimas de los delitos más aberrantes.
La Ceti integra junto a otros organismos públicos, ONGs, sindicatos, organizaciones de empleadores, OIT y Unicef la Comisión Nacional para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti, nacida en 2002). Esta Comisión hizo algunos trabajos sobre criadazgos que incluyeron la elaboración de un protocolo con el apoyo de la Coordinación de Lucha contra la Trata y explotación sexual y laboral de niñas, niños y adolescentes. También el Ministerio de Trabajo realizó durante 2016 talleres especializados sobre el tema.
Puertas cerradas
La separación física de menores de su familia los convierte en seres altamente vulnerables a la explotación, al trato cruel o degradante. El citado trabajo de Unicef de diciembre de 2014, denominado Situación del Derecho a la Protección Infantil y Adolescente en Paraguay, aborda al criadazgo como un hecho particular dentro de la problemática general de la niñez y adolescencia.
El informe utiliza estadísticas oficiales y de organizaciones civiles como el Centro de Documentación y Estudios (CDE), asociación civil sin fines de lucro fundada en 1985; Global Infancia, que desde 1995 trabaja por los derechos de niños, niñas y adolescentes; y “Luna Nueva”, un colectivo de mujeres que desde 1995 desarrolla su investigación acompañando a mujeres adultas en situación de prostitución y a niñas y adolescentes víctimas de la Explotación Sexual de Niños, Niñas y Adolescentes.
Los informes que recoge Unicef señalan que los niños y niñas en situación de criadazgo que pudieron ser entrevistados describieron ser maltratados por sus empleadores “incluyendo ser insultados (33%), tener que comer las sobras (20%), ser golpeados o pateados (12%) o abusados sexualmente (5%)”. El trabajo señala que “en algunos casos las familias biológicas pierden todo contacto con sus hijos. Esto puede suceder porque los empleadores no permiten a los menores que contacten a sus familias (12% de los casos en el estudio del CDE) o porque el menor se escapa de sus empleadores para liberarse del abuso y la explotación”.
Luna Nueva sostiene que entre las adolescentes en situación de prostitución casi un 90% fueron previamente trabajadoras infantiles domésticas en el sistema de criadazgo. Aunque muchos menores reconocieron que materialmente estaban mejor con sus empleadores, un 63% manifestó que quería volver a sus hogares. El mismo estudio determinó que alrededor del 45% de las niñas dijo que trabajaba todos los días, y el 26% de ellas dijo que tenía menos de dos horas al día para descansar. Cerca del 50% de las entrevistadas vivía con sus empleadores o personas que no eran parientes, indicando que la mayoría de los trabajadores infantiles domésticos es separado físicamente de sus familias a muy temprana edad.
“Aunque en Paraguay no son consideradas como trabajadoras, las criadas forman parte de una forma de trabajo infantil, principalmente femenino”, señala Global Infancia en su trabajo “Criadas, hasta cuándo”, de 2012. El mismo trabajo define al criadazgo como la actividad que realizan “las niñas y los niños con familias que no son las suyas, a cambio de vivienda, educación, alimentos, en condiciones desconocidas y sin que nadie se haga cargo de su situación especial, lo que aumenta su vulnerabilidad y su exposición a la discriminación, los malos tratos, la privación arbitraria de la libertad, la falta de descanso, educación y recreación”.
El mismo estudio de Luna Nueva señala que el 58% de las víctimas de la trata de personas trabajaba como personal doméstico antes de ser captada por los tratantes. La “Encuesta nacional de actividades de niños, niñas y adolescentes 2011” insiste en que cuando las niñas expresan su vivencia sobre la situación de criadazgo, manifiestan con claridad la sucesión de hechos que vulnera sus derechos más básicos.
Según Global, las niñas y niños que son víctimas del sistema de criadazgo registran “cansancio permanente por jornadas de trabajo extremadamente largas; lastimaduras y lesiones por manejar utensilios de cocina y fuego; accidentes con herramientas de adultos y retraso en el crecimiento. A nivel psíquico se percibe que se sienten poco valoradas, tienen baja autoestima. Sufren sin expresarlo y no son felices”.
La misma organización, de la que se hace eco Unicef, alerta que “muchas veces, el criadazgo termina derivando en un caso de trata interna con fines de explotación laboral, pues cuenta con un mecanismo de captación, traslado y explotación de la fuerza de trabajo de la niña, que la deja prácticamente sin posibilidades de contacto con su familia y comunidad de origen ni con las redes de protección”.
Brechas y ausencias
En sus conclusiones en el citado documento Unicef señala que “preocupa profundamente al Comité (de los Derechos del Niño) la información recibida sobre la persistencia de la práctica denominada criadazgo y el hecho de que esta práctica aún no esté tipificada como delito en la ley” y “recomienda al Estado parte (en este caso Paraguay) que continúe sus esfuerzos para erradicar la práctica del criadazgo”.
El Comité recomienda al Estado –señala el documento– que “realice un estudio para analizar todos los efectos negativos de este fenómeno en los niños; proceda, con carácter urgente, a tipificar la práctica del criadazgo como delito en la ley; elabore políticas y programas para crear conciencia sobre las consecuencias negativas de este fenómeno en los niños” (ver El lado oscuro…).
La pobreza y la falta de recursos en términos económicos son las principales razones que impulsan a muchas familias a dar sus hijos en criadazgo (se estima que más de la mitad de estas familias viven con un ingreso equivalente a la mitad del salario mínimo). Pero se detectan además estructuras familiares con padres ausentes, familias numerosas, enfermedades, violencia familiar. También juega un papel importante la intervención de terceros (familiares o conocidos) que ofrecen llevarse a un menor con otra familia para que “estudien y progresen”.
Las organizaciones mencionadas como fuentes para este informe encontraron que muchas de esas terceras personas son respetadas entre la comunidad como maestros, funcionarios locales o representantes de las iglesias. Muchos de ellos obran con buenas intenciones en un contexto cultural como el señalado, con alta tolerancia a este sistema sobre todo en las comunidades rurales. Pero otros pueden engañar intencionalmente a las familias para beneficiarse económicamente con la explotación del menor.
Según la Encuesta Permanente de Hogares de 2015 la pobreza en Paraguay ascendía a 22,24% y la extrema pobreza al 10%. Pero estos datos se incrementan notablemente en las zonas rurales, de las cuales proviene la mayoría de los niños en situación de criadazgo: 32,5% de pobreza y 18% de extrema pobreza. La mitad de la población rural vive en situación de pobreza o extrema pobreza. Hace más de 10 años, cuando se detectó un fuerte flujo de niños hacia hogares de cría, el 80% de la población rural era pobre o extremadamente pobre.
Ese 18% de paraguayos bajo pobreza extrema en las zonas rurales significa casi 500 mil personas. De este medio millón de personas del área rural cerca del 15% tienen entre 10 y 17 años (75 mil). El 45% de la población rural de más de 15 años en situación de pobreza extrema no sabe leer ni escribir. Casi el 12% de la población en edad escolar no asiste a ninguna escuela. Se estima que apenas el 3% de los pobres extremos tienen acceso a coberturas de salud.
Los datos económicos y sociales explican mucho sobre la persistencia del sistema de criadazgo. Lo “cultural” y lo “histórico” se asienta en las necesidades básicas en este país, uno de los más desiguales del continente. Pero la brecha entre poderosos y empobrecidos no es únicamente económica. Se impone un poder autoritario, machista, extorsivo y perverso del cual el Estado es parte en todos o algunos de sus eslabones.
El lado oscuro de la legislación
Unicef recuerda que el Estado paraguayo ratificó el convenio 182 de la OIT sobre las peores formas de trabajo infantil que incluye, entre otras, la servidumbre por deuda y las prácticas análogas a la esclavitud. De los compromisos internacionales nacieron en 1995 las primeras Consejerías Municipales por los Derechos del Niño, la Niña y el Adolescente (Codeni) destinadas a garantizar la atención adecuada de casos en que estén involucrados los más chicos.
Las Codeni muestran suerte dispar, algunas de ellas con escaso personal, otras sin oficinas y otras sin presupuestos. Las más activas han llevado adelante programas de capacitación a docentes para que puedan detectar a aquellos alumnos que son trabajadores domésticos, asistirlos y hablar con sus familias.
La primera normativa importante del Estado paraguayo data de 2005 cuando se aprobó una lista que incluye al criadazgo entre las actividades consideradas peligrosas para la salud, seguridad o moral de los menores. Con todo, la norma aceptaba el trabajo doméstico en jóvenes de entre 16 y 18 años pero sólo cuando la educación, la salud y la seguridad estuvieran aseguradas. Recién en 2015, la ley N°5407 prohibió expresamente el trabajo infantil doméstico para personas de menos de 18 años de edad. Sin embargo, puertas adentro se desconoce la suerte de niños y niñas que de muy pequeños son ingresados al sistema de criadazgo. Datos recientes señalan que la Secretaría Nacional de la Niñez y Adolescencia registra mensualmente entre cinco y 10 denuncias de abuso sexual, varios de ellos en situación de criadazgo.
Recién en diciembre de 2012 el Poder Ejecutivo promulgó la nueva ley Integral Contra la Trata de Personas, norma que permite caratular y condenar la trata pero el criadazgo no está explícitamente prohibido. En términos más claros: tener un niño o una niña realizando tareas domésticas es ilegal pero en la norma no figura al criadazgo como delito. Al momento de su promulgación la fiscal Teresa Martínez recordó que hasta entonces el Código Penal abordaba las diversas formas de trata y explotación pero no ofrecía definición clara de la conducta que estaba prohibida.
“Las personas que estaban siendo procesadas, incluso ya condenadas, siguen sin saber qué es lo que hicieron mal. La ley tiene que tener bien descrito lo que es la conducta prohibida y en un lenguaje que entienda no sólo el abogado, el fiscal y el juez; eso es lo que se pretendió hacer adecuando claramente las conductas del Protocolo de (la ciudad italiana de) Palermo (año 2000), que obligan al país a penalizar como crimen, desde captar, transportar, trasladar, acoger y explotar a una persona”, dijo entonces la fiscal Martínez.