Mujer de mensaje en el pecho - Por Iván Padilla Bravo
"La misma cultura impuesta por el conquistador sigueentre nosotros, convertida en hegemonía del capitalismo, 500 años después".
La cultura patriarcal que padecemos nos ha enseñado que un hombre valiente aguerrido, arrecho -como decimos en Venezuela- es «de pelo en pecho». No existe «mujer de pelo en pecho». Es decir, según aquella afirmación la mujer es de un «sexo débil», frágil, cobarde, inferior.
La discriminatoria enseñanza nos la impuso el conquistador con su espada y su credo. También el hombre de Abyayala era segregado en esa categoría pues, generalmente los hombres del recién descubierto continente eran lampiños. O sea unas «mujercitas» fáciles de dominar por los «aguerridos» supremacistas blancos que llegaban de Europa con sus aires de superioridad y abundantes vellos.
Es más, la mujer aborigen no tenía alma, como su par masculino -a decir del recién llegado invasor- pero tenían un defecto adicional: eran «inmorales» por andar mostrando las tetas, en vez de ocultarlas por aquello de las «buenas costumbres» pregonadas por los cristianos invasores.
La misma cultura impuesta por el conquistador sigue vivita y coleando, entre nosotros, convertida en hegemonía del capitalismo, 500 años después.
Mon Laferte una vanguardista cantante chilena de pop-rock, que acaba de ser reconocida con un premio internacional por su más reciente producción discográfica, en el acto de entrega de los galardones Grammy, mostró su pecho ante el público presente y también al que seguía por televisión o internet la transmisión en vivo. En el mismo había escrito una consigna de rechazo al genocidio instaurado en su país por el presidente Sebastián Piñera, quien sigue órdenes del Pentágono, de la CIA y de sus máximos jefes que -desde 1973, luego del exitoso asalto al Palacio presidencial de La Moneda y el asesinato del compañero presidente Salvador Allende, junto a miles de chilenos- han impuesto hasta hoy, la dictadura de hambre diseñada y aplicada por el FMI y el Banco Mundial.
Para el dominio capitalista y su hegemonía moralista, el valiente acto de Mon Laferte debía ser banalizado de inmediato a fin de borrar el contundente mensaje de denuncia que exhibía su pecho en contra de la represión, las violaciones, la muerte y la tortura que aplica Sebastián Piñera en su defensa a los amos del mundo y del Club Bilderberg que lo tutorea.
Pero hay un detalle que le añade gravedad a este drama al que nos referimos. La mediática enemiga hace lo suyo, para mantener su rol hegemónico y los «valores» capitalistas. Muchos «izquierdistas», «revolucionarios» y hasta «chavistas» se escandalizan y condenan el «feo» e «inmoral» acto de Laferte en vez de aplaudir su valentía, su esencia en la denuncia y la condena al genocidio que padece hoy el pueblo chileno.
Pero, más aún, algunos ingenuos o sumisos venezolanos se ha ocupado de sustituir el hermoso, valiente y digno rostro de Mon Laferte por uno del apátrida autoproclamado Guaidó y cambiar el letrero original de denuncia y condena contra Piñera y el FMI, por uno que banaliza a la mujer, a su valentía y a su digno pecho desnudo.
Nos han dominado más por la ignorancia que por las armas, decía nuestro Libertador Simón Bolívar. De esa ignorancia y esa sumisión a la hegemonía colonizadora y capitalista, es de donde brotan y hacen un flaco servicio a las revoluciones, al tiempo que fortalecen la dominante ideología.