“Nos dimos cuenta del poder de nuestros cuerpos” – Por Cirene Bilbao
Por Camilo Ratti para el portal digital alreves.net.ar
Cirene Bilbao tiene 17 años, es la presidenta de la Federación de Estudiantes Secundarios y una de las millones de jóvenes argentinas que patearon el tablero político, social y familiar para que el Aborto Legal, Seguro y Gratuito sea ley. Con el pañuelo verde como una extensión de su humanidad, siente felicidad de ser parte del movimiento colectivo más potente del siglo XXI, aunque advierte que hablar del tema en las escuelas sigue siendo difícil, y hasta violento en algunos casos.
Entre la marea que inundó las calles argentinas y de buena parte del mundo occidental el pasado 8 de marzo, hubo una ola verde que dejó con la boca abierta hasta las más entusiastas feministas en aquella jornada histórica: con los pañuelos verdes haciendo de corpiño, miles de jóvenes y adolescentes copaban las columnas y se mezclaban con mujeres de todas las edades para dejar en claro que el Aborto Legal, Seguro y Gratuito no es solo un proyecto de ley, sino un cambio cultural que no tiene vuelta atrás, porque atraviesa edades, trayectorias, géneros e ideologías.
El temblor que a escala mundial hizo crujir el sistema patriarcal se hizo grito y abrazo el 14 de junio, con la aprobación en la Cámara de Diputados del proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo. La multitud que hacía guardia afuera del Congreso fue determinante para torcer el voto de varios legisladores indecisos, y de aquel impactante magma humano las más jóvenes bancaron los trapos como nadie.
La batalla que sigue será más difícil aún, porque el poroteo en el Senado pinta mucho más peliagudo, aunque lo jurídico es sólo una parte del asunto. Un capítulo más de una revolución que pateó el tablero político, social y familiar en busca de una sociedad más justa y menos hipócrita.
“Si la ley no sale, la lucha va a redoblarse y multiplicarse, porque hemos logrado trascender las generaciones, hoy tenemos la información que antes no teníamos sobre nuestros derechos”, advierte a este portal Cirene Bilbao, joven de 17 años que como presidenta de la Federación de Estudiantes Secundarios (FES), dedica todo el tiempo que le deja el cole a militar la despenalización del aborto.
“Las adolescentes nos hemos empezado a dar cuenta del poder de nuestros cuerpos”, dice quien estará presente este miércoles en las afueras del Congreso, donde el movimiento feminista espera reunir a otra multitud para acompañar el debate y contrarrestar las fuertes presiones que la iglesia ha ejercido sobre muchos senadores y senadoras. En el caso de Córdoba, esto ha sido público.
Para Cirene, la maternidad es una posibilidad, no un mandato. “Ser madre llegará cuando esté lista y segura, no antes”, aclara quien entiende al aborto como un acto de libertad y autonomía que realizaría si tuviera ante la posibilidad: “Quiero poder elegir ser madre, y cuándo. Nos llevó un siglo conseguir nuestros derechos y salirnos del rol de gestantes como única opción que nos ofrece el patriarcado”.
En sintonía con todas las exposiciones a favor del proyecto de IVE que se escucharon durante los últimos meses en el Parlamento, Cirene asegura que “la discusión no es aborto sí o aborto no, es aborto legal o clandestino, porque es un tema que existe desde edades muy tempranas”.
Aborto y justicia social
La masividad del movimiento feminista y su capacidad de acción directa viene mostrando que es el fenómeno social y político más importante de los últimos años. Sin embargo, por patrones culturales muy profundos, la despenalización del aborto es fundamentalmente un reclamo de los sectores medios, o medios-altos, con la particularidad de que son las mujeres jóvenes y pobres las principales víctimas de que dicha práctica se realice sin un marco legal, salvo para los casos que estipula la ley. Situaciones que también son judicializadas, como ocurre en esta Provincia.
“Las que salimos a la calle a pedir la legalización del aborto somos en la gran mayoría de clase media, pero las mujeres que mueren son las que no acceden a los medicamentos y mucho menos a los tratamientos en clínicas privadas, que son carísimos, es un gran negocio”, se queja Cirene. Por eso, no duda que el paso siguiente es “llevar el feminismo a los barrios, habitar los espacios de los sectores populares, donde el aborto está mal visto por razones culturales. En la villa o en los barrios más carenciados el mandato para la mujer es ser madre”.
No lo dice porque suena políticamente correcto. En los sectores más pobres la maternidad es casi siempre el único proyecto de vida que vale la pena. Y Cirene lo sabe. Su mamá psicóloga trabaja en un centro de salud de IPV Argüello, una barriada muy humilde del norte de la capital, y el aborto estuvo siempre en las sobremesas familiares: “Ella me contaba las experiencias que vivía en el barrio, donde acompañaba a las mujeres que querían practicarse un aborto o averiguar del tema. Era todo en secreto, la información no circulaba como ahora. Hoy podemos hablar, sentirnos acompañadas”.
La escuela, terreno hostil
Como adolescente y dirigente de una organización estudiantil que nuclea a 20 colegios, Cirene cuenta que hablar del aborto en el ámbito escolar cordobés sigue siendo una materia pendiente: “En la FES votaron representantes de escuelas públicas, privadas y religiosas y ganó la posición a favor de su legalización, pero hacia el interior de las escuelas nada es tan fácil”.
En las aulas la discusión no fluye tan democráticamente: “Es complicado, hay mucha violencia o estigmatización por parte de los directivos, y muchos docentes no cuentan con herramientas para abordar el tema. En Córdoba han expulsado a profesoras por habilitar la discusión, y muchas chicas me llaman para contarme que son amonestadas por llevar el pañuelo en la mochila y sufren persecución en sus redes sociales”.
Según la presidenta de la FES, “hace falta un marco jurídico para que el debate sea una realidad en las aulas, porque es más común de lo que se piensa que las mujeres quedemos embarazadas y abortemos, ya que ser madre adolescente en los sectores medios y altos implica abandonar la escuela, no está socialmente aceptado”.
Pero no son todas pálidas. “Un costado positivo es que los varones participan, se interesan. Creo que los varones de mi generación son feministas”, afirma Cirene.
Hablemos de sexo
El fuego de la militancia ha ido forjando el carácter y las convicciones de quien fue elegida este año para conducir la FES, luego de ser su secretaria de género y derechos humanos el año pasado. “La discusión del aborto en las escuelas está íntimamente relacionada a la Ley de Educación Sexual Integral, cuya aplicación en Córdoba ha sido muy débil”, sostiene.
Gabriela Rotondi es docente de Trabajo Social y dirigió una investigación sobre la aplicación de la ESI en 382 escuelas públicas de Córdoba: en 2017, el 12 % de los estudiantes reclamaban hablar de sexualidad. La principal inquietud de los estudiantes era el abordaje de las situaciones de violencia y convivencia, con el 33 %, y el segundo era educación sexual.
“No se abre la discusión sobre la sexualidad, y cuando se lo hace se lo aborda desde el modelo de relación heterosexual. Es más, lo sexual está relacionado al placer del varón. Hay poca presencia de la ley de Educación Sexual y falta capacitación a los docentes, antes había un poco más, pero cada vez hay menos y desde posiciones muy conservadoras”, sostiene Cirene.
La ficha del aborto le terminó de caer después de participar de tres encuentros nacionales de mujeres junto a su mamá. Para ella, la ley de educación sexual es una necesidad “porque desde el primer o segundo año del secundario ya empezamos a tener relaciones sexuales”.
Cecilia Bisson, docente y exdirectora del Programa de Educación Sexual del Ministerio de Educación de la Provincia, cuenta que “hablar de sexo en la escuela es fundamental y surge desde los chicos. Por eso, directivos y docentes tenemos que encontrar estrategias para abordar el tema desde su lenguaje, sin tabúes, no como un tema puramente biológico o moral, como se lo aborda en la mayoría de los casos”.
Toda discusión es política
Además de participar de un conjunto vocal e ir los fines de semana a escuchar bandas de rock o participar de guitarreadas, lo gremial tiene a Cirene ocupada tiempo completo. Sabe que es su último año en la secundaria, y sueña con que la escuela sea algo más que acumular información: “Hay mucha traba a los centros de estudiantes, y eso desmotiva y estimula la autocensura. Una frase que siempre sale cuando proponemos algo es ´no lo hagamos porque seguro no nos van a dejar´”.
En sintonía con el tiempo político que se vive a nivel general, se queja que desde las direcciones escolares el discurso que baja es que la escuela no es un lugar para militar. “Yo creo que lo primero que hay que cambiar es eso: en el colegio sí, somos sujetos políticos, independientemente de participar en una organización partidaria. A mí eso no me interesó aún y por eso no estoy en ninguna, pero tenemos que involucrarnos, con el aborto y con otros temas que nos afectan”.
Consciente que nada será sencillo aunque el aborto sea ley, la niña que se crió jugando a las muñecas y no al fútbol con los primos, como ella quería, se deja llevar por esa sonoridad colectiva que la acompaña en su crecimiento. El mundo, este mundo que le toca vivir, está transformándose y es feliz de saberse parte de un cambio cultural irreversible.