02 febrero, 2017
category: EDICIONES IMPRESAS
Huir hacia delante o aceptar la derrota
Imposibilitada de ganar la calle o utilizar efectivamente la Asamblea Nacional como ariete para derrumbar al Gobierno, la llamada Mesa de Unidad Democrática se fragmenta entre violentos y resignados.
El patético fracaso de la marcha del 23E lleva a preguntarse qué rumbo tomará quien se haga con los restos de la MUD. ¿O acaso nadie lo hará y la disgregación actual será irreversible? Cuatro ínfimas marchas reemplazaron la movilización de masas pretendida por las fracciones opositoras. División y debilidad extremas mostradas a los ojos de bases antichavistas más que desmovilizadas, desmoralizadas.
Más elocuente aún es el contraste de la flaqueza opositora con dos respuestas masivas al llamado del gobierno: las maniobras cívico-militares denominadas Ejercicio de Acción Integral Antimperialista Zamora 200, el 14 de enero, y el fervoroso acompañamiento de los restos de Fabricio Ojeda para ser sepultados en el Panteón. Fabricio Ojeda fue líder revolucionario del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez en 1958. Precisamente el hito histórico que la oposición intentó sin suerte apropiarse este 23E.
Como testimonio inocultable de esa suma demasiado prolongada de fracasos golpistas está el presidente Nicolás Maduro. En su cargo, en gradual resolución de los gravísimos problemas que azotaron a Venezuela. Todos los límites puestos por la oposición desde abril de 2013 fueron cayendo uno tras otro.
Algunos de los nombres más reconocidos de la oposición parecen resueltos a huir hacia delante, pese a que ya no son reconocidos como dirigentes. Y es claro que colocar a la Asamblea Nacional (AN) al margen y en contra de la institucionalidad, a la vez que se rechaza la mesa de negociación, indicaría la opción por la vía insurreccional y el doble poder. Otros vacilan y un tercer bloque se opone a declarar una guerra que, a la luz de los hechos, evalúan imposible de ganar.
Los primeros tienen una única expectativa para llevar adelante sus planes: ellos toman la iniciativa, disuelven la AN o la colocan frontalmente como poder alternativo, y luego llegan los mercenarios pagados, armados y conducidos por la Casa Blanca. Los demás, sencillamente se dan por derrotados. Basta escuchar sus lamentos para comprobarlo.
Cuando la MUD ganó la mayoría en la AN, en diciembre de 2015, hubo un intento de las fuerzas revolucionarias por afirmar un Poder Legislativo alternativo dentro mismo de la AN, a través de un Parlamento Comunal, que debía funcionar en el antiguo recinto del Senado. No prosperó. Ahora toca a la oposición abroquelarse en la única instancia institucional que domina y desde allí intentar romper el marco constitucional tras el objetivo de derrocar a Maduro. Fuerzas todavía poderosas (entre ellas la jerarquía eclesiástica local y ciertos burgueses) atisban esa salida. Pero son precisamente las que hasta el momento se muestran irresueltas, vacilantes, a la espera de que una voz más potente les confirme desde Washington que pueden dar el salto.
No obstante, la imponente prueba de unidad de la Fuerza Armada, el Gobierno, el Psuv y la masa popular el 14 de enero, tiene la capacidad de disuadir no sólo a la escuálida contrarrevolución interna. En todo el hemisferio se tomó nota del informe –corroborado por la prensa mundial– dado por el ministro de Defensa, general Vladimir Padrino López, quien señaló que “participaron 76 mil efectivos de la Fanb, 102 mil milicianos y 400 mil hombres y mujeres del pueblo organizado. En total se movilizaron 578.230 personas entre profesionales de la Fuerza Armada, milicianos y movimientos sociales”.
Mesa de negociación
Sin conducción ni orientación, la MUD se fragmentó también respecto de la participación en la mesa de diálogo, auspiciada por Unasur, el Vaticano y franjas de la socialdemocracia internacional. Portales opositores publican decenas de pronunciamientos furiosamente contrarios a cualquier negociación. De su lado el Gobierno ratifica esa línea de acción, calificada como trampa, traición y capitulación por sus oponentes.
Puede parecer paradojal: incapaz de ganar la calle o utilizar la AN como ariete eficiente contra la estabilidad de Maduro, la mayoría de las tendencias componentes de la MUD rechazan el diálogo. A la inversa, con toda la fuerza material de su lado, el Gobierno se muestra dispuesto a hacer concesiones. Pero en esa misma contradicción reside el meollo de la situación venezolana: largamente hegemónica en la sociedad, pese a las inmensas dificultades que afronta, la Revolución Bolivariana necesita de la paz y la concordia para continuar desarrollándose e intentar cortar los lazos que la asfixian. A la inversa, atrapada en un callejón sin salida la oposición sólo puede justificarse en medio del caos. Por eso lo ha fomentado de manera organizada y sistemática, aun al costo de provocar escasez, carestía y zozobra que afectan a millones de ciudadanos.
Esto lo ha comprendido el grueso de la sociedad, incluso en franjas opositoras o partidarias de la Revolución igualmente indignadas con las autoridades por efecto de la retracción económica, la inflación, la inseguridad y la corrupción. En el vaciamiento de la MUD se expresa la conciencia de que su dirigencia apostó al caos y la desesperación de las mayorías, sin excluir perjuicios graves para sus propios partidarios.
Hay, por tanto, una tendencia objetiva a la continuidad de la mesa de negociación y otra, igualmente enraizada en poderosos intereses, que empuja hacia su disolución. Mientras estos últimos no tengan la fuerza suficiente para reemplazar esa instancia dialoguista por otra de efectiva colisión frontal con el Gobierno, el paréntesis no se cerrará y habrá espacio para resolver los problemas de la producción y distribución de bienes, para ordenar el sistema financiero e incluso para tomar medidas drásticas contra especuladores, saboteadores y corruptos que traban el funcionamiento de la economía, incluso ahora que el precio del petróleo aumentó significativamente.
De paso: ese alza en el precio de la materia prima esencial para la economía mundial resultó de una bien planificada y mejor aplicada intervención de Maduro y su gobierno en el seno de los países productores de petróleo, dentro y fuera de la Opep.
Así las cosas, en Venezuela están restablecidas las bases para continuar en la ardua transición hacia el socialismo. Esto replantea, desde luego, el debate sobre las medidas concretas de esa transición. Y el Psuv tiene acaso en este punto su mayor desafío, ahora que ha recuperado capacidad de movilización masiva y orientación efectiva del activo militante propio y del conjunto de fuerzas aliadas. Por la misma razón, la oposición se embarca en un intento desesperado por romper la institucionalidad desvirtuando al extremo las funciones de la AN y apelando a toda forma de violencia a su alcance.