Periodismo en estado de coma – De la edición impresa
04 septiembre, 2017
category: EDICIONES IMPRESAS
Ignacio Díaz – América XXI
Despidos masivos, baja calidad, falta de credibilidad, negocio en crisis, concentración del ingreso, exponen la caída económica y ética de la prensa mundial. Oportunidad para medios alternativos.
Amenazada desde todos los flancos, la prensa internacional sufre por estas horas la mayor crisis de su historia. Cabe afirmarlo porque, teniendo a su disposición una infinidad de herramientas para producir, elaborar y difundir noticias a una escala nunca antes vista, padece sin embargo grandes dificultades y su credibilidad está fuertemente cuestionada.
Uno de los problemas principales es económico. La irrupción y el crecimiento exponencial de internet pusieron en jaque primero a los medios impresos tradicionales, cuyas ventas siguen en baja a nivel mundial. Luego su impacto llegó a la televisión y la radio: en enero de este año Noruega se convirtió en el primer país del mundo en iniciar el apagón total de la señal radial de Frecuencia Modulada (FM), reemplazada por estaciones de radio digitales. Algo similar ocurre con la pantalla chica, gracias a la proliferación de contenidos audiovisuales difundidos a través de internet (ahora también directamente producidos para la web) y los nuevos servicios de suscripción online.
La última gran caída de los medios comerciales del mundo ocurrió en paralelo al estallido de la crisis financiera y económica de 2008, con fuerte impacto en Europa y Estados Unidos. En España, por ejemplo, entre ese año y diciembre de 2013 cerraron 284 medios y se perdieron 11.151 puestos de trabajo de periodistas según la Asociación de la Prensa de Madrid (APM). En esos números se incluye la desaparición de 182 revistas, 31 diarios, 29 señales televisivas, 20 medios digitales, nueve radios y dos agencias de noticias. El motivo: los medios españoles perdieron más del 30% de sus ingresos entre 2008 y 2012 y la inversión publicitaria cayó a la mitad. En el período 2014-2015, otros mil empleos periodísticos más se destruyeron en España, con el cierre de 91 medios.
En Estados Unidos las redacciones empleaban a 55 mil personas en 2006, pero 10 años después quedaron menos de la mitad: apenas 27 mil puestos de trabajo. El dato oficial de la Sociedad Estadounidense de Editores de Noticias incluye los nuevos empleos periodísticos creados en sitios digitales, que compensaron una parte de la brutal caída. En el mismo período, la publicidad total percibida por los diarios impresos y digitales cayó a casi una tercera parte de los valores de 2006, según datos del Pew Research Center (pasó de 49 a 18 mil millones de dólares). Al margen de los números, la venta del tradicional The Washington Post por 250 millones de dólares en 2013 al dueño de la empresa de comercio electrónico Amazon es otra muestra de los cambios en marcha.
Tanto la prensa española como la estadounidense han sido modelos periodísticos en los que se han apoyado buena parte los medios tradicionales en América Latina y el Caribe. Aunque no hay datos oficiales certeros sobre la magnitud de la caída de empleos y medios en el conjunto de la región, la tendencia es similar.
“Tras la crisis económica, los medios de comunicación españoles se han instalado en un escenario con un nivel de empleo significativamente menor, con unos puestos de trabajo de inferior calidad y remuneración y con relaciones laborales más inestables, factores todos que, necesariamente, van en detrimento de la calidad del trabajo informativo”, concluye el informe elaborado por la APM a fines de 2015. Periodistas de distintos países de la región pueden dar fe de que la situación es similar.
Por tomar sólo un caso, en Argentina el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) informó que 2.500 puestos de trabajo de periodistas se perdieron en 2016 a nivel nacional. De ese total, poco menos de 1.400 fueron eliminados en la Ciudad de Buenos Aires, donde están instalados los principales medios de comunicación
Fin de un negocio
“Este negocio se construyó mayormente con ingresos por publicidad. Esos ingresos desaparecieron en los últimos 10 años y causaron muchos cambios estructurales”. La declaración es de uno de los directores de The New York Times, periódico insigne de Estados Unidos. A la cabeza de las estrategias de innovación tecnológica, el director del área, Andrew Phelps, advirtió además que “en cinco años habrá un mercado de publicidad mucho más pequeño”, por lo que el desafío planteado a la prensa tradicional es enorme.
La paradoja está en que la crisis de las empresas periodísticas ocurre al mismo tiempo que la búsqueda de información y noticias crece a nivel mundial. “La gente consume y lee más noticias, como nunca antes, pero las consume online y cuando eso ocurre el dinero no fluye hacia quienes las producen”, explica el presidente de News Media Alliance, David Chavern, organización que representa a unos dos mil medios impresos y digitales de Estados Unidos y Canadá.
El problema es que sólo dos empresas, Facebook y Google, controlan hoy el negocio de la publicidad digital y concentran alrededor del 70% de los ingresos generados por esa vía. En Estados Unidos, casi el 99% del crecimiento de los ingresos provenientes de la publicidad online en 2016 quedó en manos de este duopolio, según la compañía especializada IAB. El gasto en avisos por internet dentro del país creció un 21,8% el año pasado y pasó de 59,6 mil millones de dólares a 72,5 mil millones. Sin embargo, salvo Facebook y Google, casi ninguna otra empresa recibió más dinero por publicidad. La primera registró una ganancia anual de 10 mil millones de dólares, mientras que Alphabet (compañía matriz de Google) ganó 19 mil millones en 2016.
Sometidos frente a estas dos multinacionales de internet, los medios tradicionales estadounidenses buscan distintas alternativas para sostenerse. Pero la conclusión es que “todavía no hay un modelo online sustentable para el futuro de los medios”, como lo admite Chavern. Eso depende hoy, en buena medida, de la posibilidad de alcanzar un acuerdo general favorable para el conjunto de la prensa con Facebook y Google.
Este mismo problema se repite a nivel internacional, en buena parte de los países del mundo. Ambas compañías, transnacionales, están a punto de concentrar la mitad de los ingresos totales por publicidad en internet a nivel mundial, según estudios y proyecciones de la consultora eMarketer para este año. Por eso las mismas tensiones generadas en Estados Unidos se reproducen en Europa y América Latina. En junio, tras una investigación de siete años, la Comisión por la Competencia de la Unión Europea aplicó una multa récord de 2.424 millones de euros a Google por abuso de su posición de poder, en un intento por limitar su fuerza.
Crisis ética
La caída de la prensa internacional, específicamente en su rol primordial de producción y difusión de información nacional y mundial, verídica y de calidad, no es simplemente un problema económico. El ataque que la propia dinámica del sistema capitalista inflige a los medios periodísticos tiene también un costado ético.
En lo que va del siglo XXI, buena parte la prensa tradicional, dentro y fuera de Estados Unidos, ha cumplido un papel fundamental a la hora de justificar y defender las invasiones y bombardeos llevados adelante por ese país alrededor del mundo, en el marco de la “lucha contra el terrorismo”. Las guerras contra Afganistán, Irak, Libia y Siria –entre otros países– han logrado un consenso extraordinario en las publicaciones de las grandes empresas periodísticas.
Sin previo aviso, después de 2001 y de a uno por vez, regímenes laicos que llevaban décadas en el poder se transformaron en “dictaduras sanguinarias”: Saddam Hussein en Irak (gobernaba desde 1979); Muamar al Gaddafi en Libia (desde 1969); y Bashar al Assad en Siria (en el año 2000 sucedió a su padre, que tomó el poder en 1971). Los tres Estados fueron en gran medida destruidos, sus poblaciones divididas, las tensiones étnicas y religiosas exacerbadas y buena parte de sus poblaciones arrojadas a la miseria y abandonadas a su suerte. En todos ellos –además de Afganistán– las organizaciones extremistas y terroristas crecieron, ocuparon territorios y se expandieron, a la vez que realizan atentados casi a diario.
En paralelo, los regímenes más brutales: las monarquías del Golfo Pérsico, encabezadas por Arabia Saudí, que financian el yihadismo a nivel internacional, son apañadas por la misma prensa internacional. Más de 300 personas fueron ejecutadas en ese país en 2015 y 2016, principalmente por razones políticas, sin que fuera solicitada una “intervención humanitaria” de Estados Unidos. También Arabia Saudí encabeza una coalición militar con bombardeos ilegales diarios en Yemen, país que hoy vive una de las tragedias humanitarias silenciadas más graves del mundo. Así lo reconoce la propia Organización de Naciones Unidas (ONU), aunque no logra captar el interés de los medios de comunicación hegemónicos.
En América Latina, una situación similar se vive hoy en torno a Venezuela. El 11 de agosto, Trump amenazó con “una acción militar” en el país. “Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluyendo la opción militar si es necesario”, declaró el magnate que conduce la Casa Blanca. Los gobiernos de toda la región rechazaron esa declaración, pero una buena cantidad forma parte de la campaña política y mediática lanzada hoy contra Venezuela, apoyada en una gran cantidad de mentiras.
La consecuencia directa de este accionar es la pérdida de credibilidad de los medios de comunicación masivos, que también impacta en la caída de las ventas e ingresos, con el agravante de que genera desinformación y en algunos sectores despolitización. No es casual que el triunfo electoral de Donald Trump haya ocurrido en medio de este escenario y con el grueso de la prensa estadounidense haciendo campaña en su contra.
Credibilidad y oportunidades
El último informe anual (2016) de la Asociación de Prensa de Madrid sobre la profesión periodística arrojó un dato clave: los propios trabajadores de prensa españoles consideran que el nivel de independencia de los medios de comunicación nacionales es muy bajo. Encuestados por la APM, los periodistas puntuaron el grado de independencia en 4,3 sobre 10, cifra que está por debajo de la valoración que hace la ciudadanía en general según distintas encuestas.
El 75% de los trabajadores de la prensa española confesó en la misma encuesta haber cedido a las presiones editoriales por temor a represalias y un 57% aseguró haberse “autocensurado”. En sólo cuatro años, de 2012 a 2016, los trabajadores que aseguraban no haber sido nunca presionados “para alterar partes significativas de su trabajo” pasaron de 25% a 4%. Basta leer las noticias sobre Venezuela y la fuerza política Podemos para verificar algunas consecuencias de esas presiones.
Esta crisis de credibilidad de los medios tradicionales ha dado, sin embargo, una oportunidad para el surgimiento e instalación de medios alternativos, principalmente digitales. En distintos países, quienes buscan información de calidad muestran interés en pagar por el consumo de noticias a través de internet. En 2015, el nuevo diario El Español, fundado por el ex director del El Mundo Pedro Ramírez, logró recaudar 3,6 millones de euros en una campaña de recolección de fondos, de la que participaron 5.593 inversores, con un aporte promedio de 645 euros cada uno. El diario holandés De Correspondent recibió 1,3 millones de euros de siete mil donantes en ocho días y el sitio alemán Krautreporter reunió una cifra similar para publicar una revista web sin anunciantes publicitarios.
Por supuesto, los medios tradicionales son los que lanzan las campañas más fuertes para concentrar los aportes de los lectores, oyentes y televidentes, pero la ventana abierta ya está siendo aprovechada por numerosas iniciativas periodísticas sin fines de lucro.
El horizonte para la sustentabilidad económica de todos los medios –sean o no comerciales– parece estar cada vez más atado a la voluntad de pago de quienes reciben las noticias. A falta de ingresos publicitarios suficientes, las grandes empresas periodísticas instalan o preparan modelos de pago por suscripción. En el caso de The New York Times, favorecido por el repudio y temor generados en grandes sectores de la sociedad tras el triunfo de Trump, el ingreso obtenido por el pago directo de los lectores ya superó el aportado por sus anunciantes en la web. El diario –reconvertido en portal informativo con contenidos de todo tipo– logró aumentar de uno a dos millones su cantidad de suscriptores digitales en poco más de un año.
Sin embargo, el crecimiento de The New York Times no está vinculado únicamente a las noticias. Videos de entretenimiento, segmentos audiovisuales de cocina y muchas otras ofertas para captar la atención de usuarios de cualquier tipo conviven hoy junto al contenido tradicional. El objetivo es lograr atraer la mayor cantidad de visitantes posibles durante el mayor tiempo posible, sin importar demasiado el tipo de contenido que consumen.
Sin esas presiones económicas y comerciales, la prensa alternativa y popular tiene hoy herramientas suficientes para poder producir información en formato escrito, sonoro, fotográfico, e incluso audiovisual e interactivo a bajo costo, y difundirlo a gran escala sin mayores inconvenientes.
Mientras distintas empresas de comunicación invierten en sistemas de producción automática de contenidos, para generar algunas noticias de forma más rápida y barata sin necesidad trabajo humano, nuevos medios tienen el desafío de reivindicar el periodismo de calidad y ocupar los espacios y principios que abandonó la prensa capitalista internacional.