Pintar la memoria de un pueblo
07 agosto, 2017
category: EDICIONES IMPRESAS
Artistas de la comunidad originaria huitoto de Perú
Los cuadros de los artistas huitotos no sólo muestran el terror que vivió la comunidad bajo la explotación del caucho. También recuperan la memoria indígena.
Hace pocos años, Santiago Yahuarcani conoció por fin La Chorrera, la localidad (ubicada en la frontera entre Perú y Colombia) donde vivió su abuelo, integrante de la comunidad originaria huitoto aymeni. Su abuelo, como tantos otros de su pueblo, fue trasladado para construir la trocha del Putumayo hacia el Amazonas.
En 2012, Santiago visitó la tierra de sus ancestros, justo cuando se cumplieron 100 años del inicio de la explotación del caucho y fue entonces cuando recordó las historias que su abuelo le contaba: la de los chamanes que morían quemados y su conocimiento se transformaba en mariposas, o las de cuando los padres capuchinos llevaron a los huitotos para repoblar La Chorrera, pero ni los rezos ni las bendiciones pudieron alejar a los espíritus de los miles de indígenas que allí habían muerto.
Esos recuerdos, que quedaron en la memoria de Santiago, fueron luego plasmados en sus pinturas y en sus cuadros: lo hizo sobre lienzos de yanchama (tela de corteza de árbol) y fueron exhibidos en su muestra “El país de la goma”, en el Centro Colich de Barranco. Las imágenes de sus cuadros no sólo muestran el terror que vivió su comunidad, también representan una red directa con la memoria de un pueblo que lucha por preservar su identidad y el conocimiento de sus ancestros.
Pero el amor por la pintura no se quedó allí: fue contagiada a su hijo Rember, quien se dedicó a pintar con acuarela. Como hizo su padre Santiago, Rember Yahuarcani también fue a la maloca a escuchar los mitos amazónicos. Los oyó de su abuela, quien al notar en él su capacidad artística, le encargó la misión de llevar ese conocimiento a más personas. “La pintura se ha convertido en ese canal alternativo de comunicación para preservar aquellas historias”, reconoció el joven artista, que desde entonces comparte sala de exhibición con su padre.
Comunidad originaria
Los Huitoto consideran a La Chorrera como su lugar de origen. Tradicionalmente estaban divididos en linajes y vivían –algunos todavía lo hacen– en una casa comunitaria conocida como jofómo o maloca. Varias familias compartían este espacio, dirigidas por la pareja de mayor conocimiento, generalmente la más vieja. En su interior, cada familia posee un fogón independiente y un sector especial en donde cuelgan sus hamacas. Allí se procesan los alimentos, sobre todo el casabe, arepa hecha de harina de yuca brava, que junto con la proteína animal, producto de la caza y de la pesca, es el fundamento de su dieta.
Dentro de la maloca existe además un lugar específico donde los hombres, a la noche, se sientan a consumir un polvo verde obtenido al machacar hojas de coca y ceniza de yarumo, proceso conocido como mambe o jiibie, y es durante ese momento cuando se transmite el conocimiento mitológico y cosmológico ancestral.
Tradicionalmente, cuando querían comunicarse de una maloca a otra utilizaban tambores llamados Maguaré, cuyo sonido podía viajar por varios kilómetros a través del cauce de los ríos y las paredes formadas por los árboles del bosque.
Extracción forzosa
La explotación del caucho, iniciada a principios de siglo XX en Perú y en Colombia, ha dejado huellas profundas en las sociedades que fueron sometidas a trabajos forzados por los extractores. Se calcula que al comienzo de la explotación del caucho existían en la región del Putumayo alrededor de 50 mil personas pertenecientes a los pueblos Huitoto, Bora, Ocaina, Resígaro y Andoque, entre los principales. Actualmente esa población no llega a las siete mil personas.
Según diversas fuentes, en 1924, dos años después de la firma del tratado de límites entre Perú y Colombia, algunos altos empleados de la Peruvian Amazon Company comenzaron a trasladar población indígena, principalmente boras, huitotos y ocainas, y también algunos integrantes de grupos resígaros y andokes, sobrevivientes de la barbarie cauchera, hacia Perú. Los autores principales de esta reubicación fueron los hermanos Carlos y Miguel Loayza, este último ex jefe de una de las secciones gomeras de la Peruvian Amazon Company. Ellos necesitaban mano de obra para la producción agropecuaria y para la extracción de nuevos productos del bosque que habían ido cobrando importancia económica en el mercado internacional, como la explotación de maderas y resinas.
El traslado de la población indígena se realizó en dos momentos. El primero de ellos fue entre 1924 y 1930. Durante ese tiempo los Loayza establecieron fundos en la margen derecha del Putumayo en Puerto Arturo, Nueva Colonia Indiana, Remanso, Santa Elena, Puca Urco y Boca del Algodón, donde estuvo la sede principal de la empresa. Los enfrentamientos armados posteriores a la toma de Leticia en 1932 dieron origen al segundo momento, en el cual la población indígena fue llevada hacia el interior de Perú, al río Ampiyacu. Las personas mayores que habitan en el río Ampiyacu recuerdan hoy este episodio tal como les fue contado por sus padres.
El traslado durante este segundo tiempo se produjo primero por río, descendiendo el Putumayo hasta su confluencia con el Amazonas en Brasil y, desde allí, remontándolo hasta la boca del Ampiyacu. Luego, cuando el tráfico por el río fue bloqueado por embarcaciones colombianas, el traslado siguió por las trochas que unen el Putumayo con el Napo y el Ampiyacu, senderos usados tradicionalmente por la población indígena para comunicarse y que, durante el conflicto, fueron las vías a través de las cuales Perú abasteció, con armas y alimentos, a sus tropas en la frontera.
Mediante este sistema se trasladaron 6.719 personas de diversos pueblos indígenas, principalmente del Huitoto, pero también de los pueblos Bora, Ocaina, Muinane y Andoque.
Es esta la historia que tanto Santiago como Rember Yahuarcani pintan en cuadros que ya han dado la vuelta al mundo, exponiendo en una tela la explotación y el maltrato a los que han sido sometidos sus antepasados. Pero también cuentan sus logros, sus luchas y sus costumbres, que han sido transmitidas de generación en generación y que ya están inmortalizadas en sus obras de arte. “La idea no es sólo mostrar lo que fue la época del caucho. Vengo de una sociedad muy afectada, tenemos que transformar esta mala experiencia y mostrar que estamos en proceso de superar ese trauma”, reflexionó Rember.
El árbol de la abundancia
Este relato está tomado de Las palabras de origen, de la Biblioteca básica de los pueblos indígenas de Colombia, perteneciente al Ministerio de Cultura.
Y la Tierra joven sintió crecer el Árbol, nacido entre la espuma, hijo del Dios-lombriz. El Árbol producía alimentos de toda especie: frutas y animales colgaban de sus ramas, las gentes medraban a su sombra.
Pasaron las lunas y las lunas… El Árbol creció tanto, tanto…preciso fue derribarlo para obtener alimento. Tumbado, el tronco inmenso formó el gran Amazonas,sus ramas, la red casi infinita de sus afluentes y hojas y semillas regadas por doquiera dieron origen a la selva inmensa, sustento de las bestias y de los hombres.