Putin y Xi Jinping con liderazgos renovados
02 abril, 2018
category: EDICIONES IMPRESAS
Ambos líderes inician el golpe final hacia la supremacía global
Recientemente reelectos, los presidentes de Rusia y China ostentan fortalezas históricas y una política externa basada en economía fuerte, tecnología militar y choque con el predominio estadounidense.
China y Rusia seguirán trabajando “para promover la paz regional y mundial”, dijo el reelecto presidente Xi Jinping a Vladimir Putin la noche en que el mandatario ruso logró que tres de cada cuatro ciudadanos le confiaran un período más en el gobierno. Ambos líderes prometieron profundizar la alianza que transformó las relaciones de poder internacional en este siglo.
Las reelecciones de Putin y Xi Jinping, con apenas unos días de diferencia, fueron las peores noticias para el imperialismo y la concentración hegemónica en cualquiera de sus formas. Pese a que fueron reelecciones previsibles, Estados Unidos y Europa acusaron recibo de la solidez con que se dieron ambos procesos: el ruso, de 65 años, logró 75% de los votos y el chino, de 64, ungido por unanimidad de votos de los 2.970 legisladores presentes de la Asamblea Nacional China. Basta ver la fría reacción de Washington y Bruselas para comprender el fenómeno.
Con su cosecha electoral, Putin gobernará seis años que se sumarán a los períodos 2000-2004, 2004-2008 y 2012-2018. La del 18 de marzo fue la mejor elección de las cuatro que ganó.
En el orden interno Putin se repuso al desgaste propio de su Gobierno, a la crisis económica global y al bloqueo económico impuesto por occidente tras el estallido de la guerra en Ucrania. El fondo de estabilización creado con las ganancias por la venta de gas y petróleo en épocas de precios altos sirvió para compensar luego la baja de los hidrocarburos. El Estado ruso mantuvo los logros sociales y también rescató de la quiebra a los bancos privados y compró acciones de empresas en peligro de cierre que fueron vendidas cuando la crisis se superó.
Rusia es una nación con índices de desarrollo social y económico por debajo de la media de las potencias mundiales, pero en la era Putin la mejora de esos índices es irrefutable: incremento del 72% en el PIB y una sustancial disminución de la pobreza.
Antes de los comicios, el Kremlin presentó el programa de desarrollo nacional que prevé la reducción a la mitad de la pobreza hasta 2024. Putin reconoció que Rusia es un país “atrasado”, con 30 millones de pobres. Según el Servicio Federal de Estadísticas de Rusia, en 1992 había 33.5% de pobreza y en 2016 había bajado hasta 13.4%. También plantea el aumento de la esperanza de vida hasta los 78 años en 2024 y de 80 años en 2030. En promedio entre hombres y mujeres, el registro de esperanza de vida en 2017 fue de 72 años mientras que en 1990, con la Unión Soviética, era de 60 años.
Subestimación occidental
Los análisis según los cuales Estados Unidos y Europa debilitarían a Putin al apoyar la caída del gobierno aliado de Ucrania en 2014 no sólo fueron equivocados sino que generaron otra guerra en uno de los focos más tensos del planeta. Mientras las potencias reclutaban nazis para asesinar ucranianos pro rusos y derrocar al Gobierno, Putin logró en un golpe de estrategia geopolítica que Crimea votara su anexión a Rusia y que el este ucraniano se alzara en armas contra el nuevo gobierno pro occidental de Kiev.
Putin dio muestras de acciones contundentes para frenar la ofensiva estadounidense y europea global. Siria es el caso más relevante. No sólo por su más reciente apoyo político y militar a Bashar al Assad sino también por evitar unos años antes la invasión anunciada por Barack Obama con el argumento de quitar las armas químicas del gobierno sirio.
La política rusa logró torcer el destino de Medio Oriente que a esta altura, siete años después del comienzo de la guerra, estaría en manos del eje Washington-Bruselas con Arabia Saudita, Israel y Turquía como aliados caracterizados de las potencias occidentales en Medio Oriente. Estas últimas tres naciones dejaron hace rato su condición de enemigos explícitos de Rusia, no porque no lo sean sino porque Putin sentó a cada uno de sus gobiernos a la mesa de disuasión en Moscú.
En plena campaña electoral Putin presentó “apenas una parte” del arsenal militar con que Rusia desafía a la Otan, y a Estados Unidos en particular, en diferentes lugares del planeta. Un equipamiento sofisticado que empequeñece la eficacia del escudo antimisiles que insumió miles de millones de dólares durante décadas a la organización del Atlántico Norte para desplegar en Europa del Este.
Desarrollo sin amenazas
El presidente chino, Xi Jinping, fue ratificado unos días antes de Putin, tras la reforma de la Constitución que le permite reelección indefinida. De inmediato renovó lazos con Putin. Le propuso continuar trabajando “para seguir promoviendo las relaciones entre China y Rusia a un nivel superior, proporcionar la fuerza motriz para el desarrollo nacional en ambos países y promover la paz regional y mundial”. Destacó que actualmente los lazos entre ambos países se encuentran “en el mejor nivel en la historia” y son un ejemplo de un nuevo tipo de relaciones internacionales basadas en el respeto mutuo, la legitimidad y la justicia.
El líder chino destacó que en los últimos años Rusia ha desempeñado “un importante papel constructivo en los asuntos internacionales”, y se ha mantenido “unida para lograr un éxito destacable” en el desarrollo económico y social.
Jinping fue reelegido el 17 de marzo para un segundo mandato (2018-2023). “Aceptaré la supervisión del pueblo y trabajaré duramente para construir un moderno país socialista”, dijo el día de juramento.
También fue ratificado como presidente de la Comisión Militar Central, el máximo órgano del Ejército chino lo cual le permite ostentar los tres cargos de más poder en la República Popular: Presidente, jefe de las Fuerzas Armadas y secretario general del Partido Comunista. Se le reconoce a Xi Jinping la revalorización del rol del Partido Comunista Chino como herramienta determinante del Gobierno, su lucha contra la corrupción y su política exterior más activa.
En su primer discurso tras ser elegido jefe de Estado por otros cinco años, Xi dedicó varios minutos a la reivindicación del “pueblo chino”, su espíritu de lucha y su esfuerzo. Aseguró que, gracias a ello, se produjo una “tremenda transformación de la nación”, que “se ha levantado, se ha hecho rica y se está fortaleciendo”.
Afirmó que “hoy más que nunca el pueblo chino está cerca de cumplir su sueño” y mantiene su unidad en medio de la diversidad de nacionalidades que forman el país, habitado por más de 1.300 millones de personas.
En una parte de su alocución ante la Asamblea Nacional, el mandatario se dirigió a las demás naciones del mundo y consideró que el desarrollo de China no representa una amenaza para nadie. “China nunca buscará la hegemonía ni incurrirá en actividades expansionistas”, dijo para diferenciarse de Estados Unidos. Y completó: “Sólo aquellos que están acostumbrados a amenazar a los demás ven a todo el mundo como una amenaza”.
Según sus palabras, el objetivo de la política interior y exterior es continuar un desarrollo pacífico y consolidar una estrategia de apertura económica y comercial para el “beneficio mutuo”. Por eso pidió que “el deseo sincero y la acción práctica del pueblo chino para contribuir a la paz y el desarrollo de la humanidad” no sean “malinterpretados ni distorsionados”.
Jinping defendió una política internacional de “igualdad y justicia” en el marco del multilateralismo. “China no impondrá su voluntad sobre los demás”, aseveró.
Uno de los principales aliados de Xi, Wang Qishan, será su vicepresidente. Fue hasta ahora jefe de la Comisión de Inspección y Disciplina, el órgano anticorrupción del Partido Comunista que potenció Xi Jinping hace cinco años y permitió castigar a 1,4 millones de funcionarios. Yang Xiaodu es el director de la nueva Comisión Nacional de Supervisión encargada de intensificar al máximo la lucha anticorrupción en el país. El primer ministro chino, Li Keqiang, fue reelegido en el cargo para el periodo 2018-2023 por el voto mayoritario de los casi tres mil legisladores de la Asamblea.
La nueva etapa que se abre en China tras la reelección de Jinping y la concentración de los principales centros del poder, precedido por una reforma constitucional profunda, incluye una reestructuración del Gobierno que afecta a 11 de los 25 ministerios.
Xi y Putin ostentan liderazgos sólidos en sus frentes internos, fuertes en recursos económicos, con alta capacidad de desarrollo militar y tecnológico y abiertos a la conformación de un bloque pluripolar frente a Estados Unidos. Del otro lado del planeta el mundo político ofrece un poder vetusto e impredecible en Washington y liderazgos europeos encerrados en el dilema de su propia existencia. No sólo está en disputa la supremacía global sino también la supervivencia del planeta.