¿Qué hacemos frente al avance del teletrabajo?
12 julio, 2021
category: zBOLETIN SEMANAL, zBS7
Por Adrián Fernández
La imagen de niños, niñas o mascotas caminando por nuestras cabezas mientras pasamos horas trabajando frente a una pantalla parece ser un signo de estos tiempos. Puede resultar hasta simpática si no fuera porque detrás de ella convergen nuevas formas de exigencia laboral y, no en pocos casos, de explotación.
Una segunda imagen –también basada en casos reales- nos remonta a los primeros años de este siglo. Prestigiosas multinacionales solían contratar a empleados cuidadosamente seleccionados y les ofrecían un buen teléfono celular y un computador de última generación. El costo de esa gentileza quedaría plasmado poco tiempo después: la trabajadora o el trabajador deberían estar pendientes de los requerimientos de sus jefes casi hasta cuando dormían.
En esta etapa de pandemia, se estima que al menos 23 millones de personas trabajaron o trabajan a distancia o desde la virtualidad en América Latina, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Muchas de estas personas tienen chances de seguir con esta modalidad aún después de que acaben las restricciones por la Covid-19.
A nivel global, antes de la pandemia se registraban 260 millones de teletrabajadores, hombres y mujeres, el 7,9% del empleo mundial, según la OIT. De estas personas, el 56%, o 147 millones, eran mujeres. En los primeros meses de 2020 (último reporte oficial), uno de cada cinco trabajadores hizo su labor desde la casa (20% del empleo global).
En América Latina y el Caribe, desde que entraron en vigor las medidas de confinamiento, entre el 20 y 30% de los asalariados que estuvieron efectivamente trabajando, lo hicieron desde sus domicilios, señala un estudio de la OIT. Antes de la pandemia, esa cifra era inferior al 3%.
Aquel escaso porcentaje previo al coronavirus abarcaba principalmente a trabajadoras y trabajadores por cuenta propia, o en situaciones especiales que combinaban trabajo virtual con tareas en el establecimiento. El coronavirus aceleró los tiempos.
Desde el punto de vista de la emergencia sanitaria por la pandemia, el teletrabajo constituyó una herramienta clave para que millones de hombres y mujeres pudieran cuidar su salud y la de sus familias y contribuyeron a reducir el movimiento de personas en oficinas y en transporte público.
Desde lo laboral, pudieron mantener su empleo y sus fuentes de ingresos e inclusive los pequeños comercios en algunos sectores, ante una crisis devastadora de la actividad económica, con pérdida de trabajo, caída de los ingresos y cierre de empresas.
Si acaso antes de la pandemia el teletrabajo era considerado como una alternativa para lograr mejor conciliación entre la vida familiar y la laboral, esa eventual teoría se diluyó con la Covid. Durante el cierre provocado por la pandemia la situación fue compleja porque, además, se cerraron las escuelas, los niños estuvieron en casa, se incrementaron las demandas de cuidado de adultos mayores y –no en pocos casos- se tensó la convivencia familiar. Este escenario afectó en forma especial a las mujeres, cuyas responsabilidades familiares no sólo no sufrieron restricciones sino que, por lo dicho, se multiplicaron.
Pandemia y después
Para algunos especialistas –y la percepción individual parece ir en el mismo sentido- la pandemia aceleró los tiempos hacia el trabajo del futuro. No todos los empleos, se entiende, sino aquellos que pueden ser sostenidos y ejecutados a distancia. Salvo excepciones en áreas muy específicas, las ramas industriales y algunos servicios de atención personales no aplican en este concepto. Es verosímil, además, pensar en formatos combinados de trabajo presencial con trabajo desde el hogar.
Aunque, en efecto, queda mucho por mensurar sobre la masificación de esta modalidad, es interesante considerar las primeras conclusiones del asunto. Quienes pudieron hacer uso del teletrabajo fueron principalmente personas asalariadas formales, con alto nivel educativo, con relaciones de empleo estables, en ocupaciones profesionales, gerenciales y administrativas.
Estos datos están especificados en el informe “Desafíos y oportunidades del teletrabajo en América Latina y el Caribe”, realizado por Roxana Maurizio, especialista regional en economía laboral de la OIT. “Por supuesto que otra característica es el acceso a las tecnologías necesarias para llevar a cabo sus tareas”, explicó, en referencia a accesos a servicios de internet y equipos tecnológicos acordes con los requerimientos.
Por el contrario, señala, tuvieron mucho menor acceso al teletrabajo “las y los trabajadores informales, cuentapropistas, jóvenes, de menores calificaciones y de bajos ingresos laborales, quienes experimentaron las mayores pérdidas de empleo y de horas trabajadas, especialmente en la primera mitad de 2020”.
El informe no revela homogeneidad entre los diferentes grupos de trabajadoras y trabajadores. Por el contrario, lo que se ve es propio de una región caracterizada por estructuras laborales con bajo uso de las tecnologías de la información y elevadas brechas tecnológicas.
Desafíos más relevantes
La OIT entiende que, en los últimos tiempos, varios países de América Latina y el Caribe han reportado avances en materia de regulación del teletrabajo. Objetivamente, este dato puede ser verificable en casos donde los sindicatos han tenido posibilidad de ser parte de los nuevos encuadramientos o donde las empresas se avinieron a negociar condiciones. Pero el aumento sin precedentes de esta modalidad dejó a millones de personas a la deriva y abrió múltiples desafíos que aún deben ser abordados.
El informe de Maurizio destaca algunos puntos que deben ser tenidos en cuenta para enfrentar esos desafíos del teletrabajo:
Principio de voluntariedad y acuerdo entre las partes
Organización y tiempo de trabajo
Seguridad y salud en el trabajo
Equipamiento y elementos de trabajo
Protección del derecho de privacidad de los trabajadores
Dimensión de género y teletrabajo
El papel de los actores sociales
Relación laboral y cumplimiento de la legislación
El citado informe advierte: “sin controles adecuados, el trabajo desde el domicilio podría derivar en relaciones laborales que no reconozcan la dependencia y, por lo tanto, en aumentos del trabajo independiente o en relaciones laborales encubiertas”.
Los temas de la seguridad social, del cumplimiento de las jornadas, de libertad de asociación, de acceso a la formación laboral, de salud y seguridad en el lugar de trabajo, entre otros, forman parte de los temas a considerar.
Otro estudio reciente presentado también por la OIT señala que las y los teletrabajadores afrontan mayores riesgos de seguridad y salud y tienen menos acceso a las prestaciones y oportunidades que se ofrecen a otros trabajadores. Sostiene que en cerca del 90% de los casos evaluados en países de renta baja o media, las personas carecen de reconocimiento salarial y laboral adecuado, existe falta de equipamiento tecnológico, ausencia de horarios de labor y hay abuso de su esfera privada.
Allí se destaca la deficiencia de la reglamentación del teletrabajo y la complejidad de cumplir con las legislaciones vigentes. Por lo general –sostiene- los trabajadores que operan desde casa se consideran contratistas autónomos y, consecuentemente, quedan fuera del ámbito de las leyes laborales. La economista en jefe de la OIT y coautora del informe, Janine Berg, especificó que “pocos países disponen de una política integral sobre el trabajo hecho desde la casa”.
Argentina fue uno de los primeros países de la región en aprobar, en agosto de 2020, una legislación que atiende esta problemática. La norma –diseñada antes de la pandemia- establece que el trabajador o a trabajadora que presta servicios bajo la modalidad tendrá los mismos derechos que aquél que trabaja en forma presencial y deberá percibir una remuneración igual.
También obliga a las partes a pactar la jornada laboral previamente por escrito en el contrato de trabajo, define los límites legales; aclara que no podrá haber conexión fuera del horario establecido; establece la llamada “reversibilidad” (potestad del empleado a dar marcha atrás en su decisión de realizar teletrabajo); explicita el derecho a la desconexión digital fuera de la jornada laboral y durante los períodos de licencias.
Explicita el derecho a las tareas de cuidados de personas menores, personas con discapacidad o adultas mayores que convivan con la persona trabajadora y contempla la provisión de elementos de trabajo y capacitación en nuevas tecnologías y representación sindical, que “será ejercida por la asociación sindical de la actividad donde presta servicios”.
¿Canto de sirenas?
“Las nuevas oportunidades laborales no garantizan derechos”, alertó en 2018 (es decir dos años antes de la pandemia) el prólogo de un informe firmado por Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, y Juan Hunt, director regional para América Latina y el Caribe de la OIT. La presentación especificó que “las plataformas digitales crean nuevas oportunidades laborales tanto a nivel local como en mercados digitales globales” pero “en muchos casos las nuevas formas de trabajo se desarrollan fuera de las regulaciones existentes, de manera que estos trabajadores no gozan de los derechos laborales y sociales establecidos por la legislación correspondiente”.
Un trabajo mucho más reciente de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y OIT, Coyuntura Laboral en América Latina y el Caribe, de junio de 2021, reafirma que “las condiciones de estos trabajos son heterogéneas; sin embargo, generalmente presentan ciertos rasgos que no cumplen con los criterios de un trabajo decente y se caracterizan por relaciones laborales que se diferencian tanto del trabajo asalariado como del trabajo por cuenta propia y en la mayoría de los casos no están cubiertos por la legislación laboral”.
“De esta manera –agrega-, si bien estas modalidades representan nuevas oportunidades laborales, tienden a contribuir a una precarización del mercado laboral. Esto no solo implica un deterioro de la calidad del empleo, sino que también puede incidir en que por lo menos ciertos segmentos de la población perciban de manera creciente las condiciones laborales precarias como una característica normal de los mercados de trabajo de América Latina”.
Si bien es demasiado pronto para sacar conclusiones generales, las primeras experiencias del teletrabajo ofrecen algunas certezas y abren muchos desafíos para gobiernos, sindicatos, sectores cuentapropistas y empresas. Aquellas imágenes con las que comenzamos este informe ya no son curiosidades ni el inicio de una etapa romántica de las relaciones laborales. Son, a todas luces, símbolos de una instancia que, si no es abordada con seriedad, se consolidará como la antesala de una nueva etapa de explotación laboral.
Fotos (por orden de publicación) Portada: UNICEF – Bruno Amsellem OIT – Marcel Crozet ONU – Martin - Bolotsky Banco Mundial – Peter Kapuscinski. Banco Mundial – Henitsoa Rafalia
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