Sigue en pie la alternativa bolivariana
05 diciembre, 2016
category: EDICIONES IMPRESAS
El camino de Venezuela y el Alba
Aparte el fiasco respecto de Trump, otro pronóstico errado fue el que anunció el fin del gobierno de Nicolás Maduro y, junto a él, de la dinámica política iniciada en 1999 con el triunfo electoral de Hugo Chávez. Fallaron los cálculos de las burguesías americanas que desde el triunfo de la oposición venezolana en las elecciones legislativas de diciembre de 2015 sostuvieron durante todo el año que la Revolución Bolivariana tenía punto final este 2016.
La asunción de nuevos gobiernos en Brasil y Argentina –también en Perú– que buscan forjar alineamientos directos con Washington y alejar a sus países del proceso de convergencia latinoamericano redibujó el mapa político continental. Pero los cambios gubernamentales no llegaron a la columna de los miembros del Alba: Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba y Nicaragua.
A pesar de que la prensa internacional no ahorra esfuerzos para proclamar un inminente supuesto final de lo que para evitar llamarlos revolucionarios califica como “populismos”, las relaciones de fuerza al interior de estos países sigue favoreciendo la continuidad de sus gobiernos. En Nicaragua, Daniel Ortega fue reelecto con el 72,5% de los votos en noviembre. Las elecciones alcanzaron una participación del 68%, similar a la de hace 10 años y superior a la de 2013 (61%) pese a que el sector más opositor llamó a la abstención. Esto significa que un 48% del total de empadronados eligió la fórmula Ortega-Murillo.
En Ecuador el candidato oficialista, Lenin Moreno, aparece primero en las encuestas para las elecciones del 19 de febrero y en Bolivia, pese a que tras una campaña plagada de mentiras sobre la vida personal del Presidente fue rechazada en febrero la posibilidad de reelección de Evo Morales en 2019, no hay hoy una alternativa opositora seria a la fuerza gobernante. Mucho menos en Cuba, donde Estados Unidos ya abandonó la estrategia de apostar a los llamados grupos disidentes y reestableció las relaciones bilaterales con la isla. Pero la salida del presidente Obama y la llegada de Trump probablemente restrinjan o incluso congelen el diálogo entre Washington y La Habana.
El chavismo no se doblega
Caracas es el corazón político del Alba y el pulmón del proyecto de unidad regional. Por eso el objetivo central de Washington para América Latina fue y es quebrar a la Revolución Bolivariana para desde allí inclinar la balanza continental a su favor.
Pero Maduro termina el año como vencedor de la batalla política interna y la oposición reunida en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) queda fragmentada y sin posibilidades de anticipar la salida del Presidente, cuyo mandato constitucional culmina a comienzos de 2019. Todo indica que el escenario clave de disputa será el económico, donde el Gobierno no logra aún resolver las urgencias, aunque avanza una respuesta que tiene como eje la organización popular en la perspectiva de transición al socialismo (ver pág. 14).
Para el 6 de diciembre estaba prevista la tercera reunión plenaria de la mesa de diálogo instalada el 30 de octubre entre Gobierno y oposición por intermediación del Vaticano y la Unasur. Como desde el inicio, los dirigentes opositores amenazan cada día con abandonar esta instancia mientras sueñan con lograr algún día masivas manifestaciones y la paralización del país para derribar a Maduro. Pero el 3 de septiembre y en los días siguientes quedó demostrado que no tienen la fuerza suficiente para ninguna de las dos cosas y tampoco cuentan con apoyo militar.
Patear la mesa de diálogo podría tener gravísimas consecuencias porque la oposición no pudo poner contra las cuerdas al Presidente. No pudo hacerlo pese a atrincherarse en la Asamblea Nacional, contar con el respaldo de la Organización de Estados Americanos (OEA), apelar referendo revocatorio, jornadas de movilización y el apoyo de la prensa comercial del hemisferio. Si abandona las conversaciones, las acciones violentas surgen como única opción visible. El Vaticano ya fijó posición al respecto: “Si acaso en una delegación o la otra quieren terminar con el diálogo es el pueblo venezolano el que va a perder, porque el camino podría verdaderamente ser el de la sangre”, alertó Claudio María Celli, el arzobispo que el Papa envió a Venezuela.
Abandonar las conversaciones con el oficialismo sería percibido a nivel internacional y en amplios sectores de la población nacional como una irresponsabilidad mayúscula, por eso la oposición pretende construir la idea de que es el Gobierno el que “intenta huir del diálogo”. Así lo afirmó el secretario general de la MUD, Jesús Torrealba, el 24 de noviembre. Otros dirigentes, como Henrique Capriles, se sumaron a la campaña, que tuvo amplia difusión en redes digitales y algunos medios de comunicación.
El día anterior, Maduro se reunió con el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, uno de los tres ex mandatarios que ofician como mediadores entre ambas partes, y a la salida del encuentro aseguró que “la mesa de diálogo sigue avanzando, se irá consolidando” y en enero “estará fortalecida”. “El Gobierno se mantendrá firme en este proceso”, ratificó. La semana anterior había vuelto a afirmar su continuidad hasta el fin del mandato: “Dicen que la MUD continuará en la mesa hasta lograr una salida electoral (…) Entonces me alegra mucho que la MUD siga en la mesa de diálogo hasta diciembre de 2018, cuando son las elecciones presidenciales”, sentenció. “Para el próximo año nos estamos preparando para las elecciones de alcaldes y gobernadores. Quiero ver el mapa rojo”, agregó.
Caras opuestas
Torrealba y otros dirigentes opositores sufren un profundo desprestigio al interior de la MUD y en el núcleo duro del antichavismo, que ve fracasar una y otra vez las promesas de poner fin al proceso de la Revolución Bolivariana. “El diálogo no es una trampa del régimen”, se defendió el secretario de la MUD tras sentarse a la mesa de conversaciones que Maduro promueve hace años. También aseguró que la instancia tiene un apoyo “prácticamente planetario”, que va desde la OEA, la ONU y la UE al conjunto de los gobiernos latinoamericanos.
Implícitamente, su posición –en línea con la de un sector de la MUD– avala el calendario electoral oficial, mientras que los grupos más antidemocráticos que encabezan Leopoldo López y María Corina Machado insisten en “el camino de la sangre”, tal como lo denominó el Vaticano. Dificultades similares tienen los sectores opositores en los países del Alba, ante el apoyo de amplios sectores de las poblaciones a sus gobiernos.
Así, los procesos liderados por Maduro, Evo Morales, Rafael Correa, Raúl Castro y Daniel Ortega perduran en tiempos de inestabilidad mundial. Aunque las circunstancias obligan a estos países a enfocar sus mayores esfuerzos hacia dentro, este conjunto sigue teniendo peso propio en la balanza regional y más allá.
Los países del Alba demuestran que las poblaciones latinoamericanas no han girado a derecha pese al cambio de gobiernos que habían quedado a mitad de camino. Saben que la evidente debilidad de los proyectos capitalistas en la región abre una oportunidad para el reimpulso de una verdadera alternativa bolivariana y socialista para los pueblos de América.