Viaje por el Eje del Mal – Animándose a Irán, Parte V
Dos colaboradores de América XXI recorren Irán en pleno recrudecimiento de las provocaciones de Estados Unidos con amenazas militares y bloqueos económicos.
El fotoreportero Matías Quirno Costa y el profesor de Ciencias de la Educación Claudio D’Innocenzo llegan a Teherán para describir en primera persona la vida cotidiana de esta nación islámica con más de 80 millones de habitantes.
Pueblos, ciudades, desiertos, retratados en textos, fotografías y videos que ambos profesionales argentinos deciden compartir con los seguidores de América XXI.
Persépolis
Seguimos recorriendo en sudoeste de Irán, más cerca del Golfo Pérsico que de Teherán. A medida que la ciudad de Shiraz va quedando atrás nos sorprenden las plantaciones de cipreses a la vera del camino. El ciprés era un árbol especialmente valorado por los persas, su hoja perenne genera sombra todo el año y su raíz pivotante no daña los muros. Llegamos a Persépolis y se genera en mí una sensación agradable ante la visita esperada, ansiedad por adentrarme en esa Historia que no me es familiar.
Nuestra guía, Farí, (diminutivo de un nombre casi imposible de pronunciar) nos introduce en tema al acercarnos a las ruinas de esta ciudad, Capital Ceremonial del Imperio Persa. Suena con orgullo el nombre de Darío El Grande, quien comienza su construcción en 518 A.C. en un proceso que continuaría por dos siglos hasta que “Alejandro, No Magno, la quema en 331 A.C.” , sostiene Farí mientras con indaga con mirada desafiante. Cruzamos un umbral cultural, desde el inicio. ¿Desde dónde nos acercamos a la realidad y a la Historia? Busco en mi memoria, se me aparece poco de este Imperio, y mucho de Alejandro, el joven macedonio audaz que entró victorioso…
El camino nos lleva a una explanada vacía. Farí se detiene y cuenta que allí se encontraban las viviendas de la gente del pueblo, destruidas también por Alejandro y los griegos… no queda nada, sólo podemos imaginar…
Para acceder debemos subir 111 escalones, muy bajos y tallados. No es casual, explica Farí, así se facilitaba subir a las personas cargadas o ancianas, y en caso de lluvia, no resbalar. El paredón frontal de 14 metros de altura con piedras que encajan, no de forma lineal sino como un rompecabezas o tetris, trae a la memoria inmediatamente al Machu Pichu. La Puerta de las Naciones con sus inscripciones, recitadas amorosamente en farsí por Farí nos va introduciendo en ese mundo y su lógica de “convivencia respetuosa y en paz” remarca, y me pone por segunda vez a pensar en el desconocimiento de esta cultura frente a otros conocimientos que tengo de La Antigüedad.
Atravesamos la Puerta para detenernos en la Sala de Espera, «la primera en la Historia», nos relata con orgullo. Su relato sigue con otra explicación: como característica, el piso era de color rojo, para activar la circulación, y las paredes de azul lavado para tranquilizar.
Las ruinas permiten entrever apenas la magnificencia de esta ciudad, rodeada de montañas para facilitar su defensa. Ayudado por el relato de Farí y por los anteojos de realidad virtual que permitían “ver” la reconstrucción en 3D de la ciudad, el impacto es totalmente diferente. Los altos murallones de 20 metros de altura, los colores que aparecen en las paredes y en el piso, las esculturas resplandecientes adornando el lugar a cada paso, capiteles bicéfalos donde se apoyaban las vigas de madera de los techos rematando las enormes columnas, escaleras y pasillos comunicando los palacios a través de enormes patios con nuevas esculturas, nuevos paredones circundándolos y más esculturas en paredes escaleras o donde posara la mirada. Me produce la admiración y sensación de poderío que intencionalmente quisieron lograr quienes la diseñaron y construyeron y de encontrarme encerrado en un gigantesco laberinto que sólo me permite entrar a un palacio para no salir, paradojalmente.
Los relieves en las paredes de una amplia escalinata nos muestran las delegaciones de cada región del imperio, se destacan las leves pero perceptibles diferencias en los rostros de cada uno de los integrantes de la misma delegación. Las ropas, peinados y regalos cambian al pertenecer a otra. Repetidas veces se ve un mismo relieve: un león que pareciera estar matando a un toro por las ancas. Sonriendo, Farí explica que para matarlo, el león debiera morder su cuello, ahogándolo, y que en realidad serían leonas, que son las cazadoras. Ante nuestra mirada estupefacta, continúa: Leo es el sol, que corre a Tauro, representando el equinoccio de primavera, estación del año que el Rey Darío pasaba en Persépolis. En Hamedan (al oeste de Irán) pasaba el verano y luego en Susa (sur de Irán) y Babilonia (sur de Irak) iba fijando su residencia por unos meses en cada una.
Este Imperio manejaba 28 Naciones, cada Gobernación la ejercía un Sátrapa local y mantenían su idioma, religión y costumbres. Cada 22 de marzo, día posterior al inicio de la primavera y Año Nuevo para los persas (continua siendo así hoy día) las 28 delegaciones se apersonaban y luego de esperar su turno, entregaban sus regalos al Emperador.
Eran unas 50 millones de personas. Para administrarse y comunicarse organizaron un sistema de correos con oficinas postales y un servicio de Inteligencia (los ojos y oídos del Rey) a lo largo y ancho del territorio.
En el relato Farí destaca que no había esclavos, se les pagaba a quienes trabajaban en la ciudad, que muchos se dedicaban a la agricultura y que se favorecía a las familias con trabajo de medio tiempo y la existencia de licencia por maternidad de 5 meses, entre otras cosas. “Mejor que ahora” es lo primero que surge responder. Las tablillas donde se “firmaba” son la prueba del pago de salarios, sostiene, luego de mostrarnos la amplia zona administrativa de la ciudad.
El palacio de las 100 columnas (una por cada uno de los Jefes Militares) albergaba a una cantidad permanente de soldados. En los relieves se los ve con la lanza vertical “en actitud pacífica” sostiene nuestra guía.
Para la construcción Darío decidió traer artesanos y constructores de todas las naciones, “los mejores de distintas culturas, y a todos se les pagó” sigue Farí. La magnificencia y el espíritu de convivencia pacífica y respetuosa era el estandarte de las ideas de este Rey, cuyo Imperio era multicultural podríamos decir hoy.
Orgullosa, habla de la moneda. El darik, segunda después del cresus (del sur de Turquía), y unas tablillas con escrituras de lo que hoy llamaríamos Derechos Humanos, que se pueden ver en Inglaterra ya que se las llevaron hasta allí. Reflexiono que no es raro esto de llevarse elementos de ciertas culturas. Si no es así que lo digan los egipcios que tanto han sufrido ese tipo de expoliación.
Cuando Farí habla de la igualdad de salarios entre hombres y mujeres de la época le pregunto por la actualidad. Responde que en la mayoría de los trabajos, pero no en todos. La noto algo incómoda…
Las tumbas de los dos últimos reyes se encuentran detrás de la ciudad, debido ya a un período de decadencia del Imperio. Fueron saqueadas hace tiempo. El resto se encuentra en la Necrópolis que será otra estación de este viaje.
Recorro la explanada de regreso. Más allá de un cierto tono de exaltación de lo propio en todo el relato, me encuentro admirado. Además, ver grupos de turistas en el recorrido es una novedad interesante, frente a la sensación de que somos casi los únicos en otros lugares.
Comemos en la ruta, tomamos té y seguimos a Pasagadae. Las ruinas de esta ciudad, construida por Ciro El Grande, se encuentran en un valle rodeado de montañas, los montes Zagros. Se destaca la tumba de su fundador, de siete escalones, número que se repite como especial en diferentes culturas. Fue la antigua capital del Imperio.
Declarado patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se integran al recorrido arqueológico de la zona junto con Naqsh-e Rostam la Necrópolis de Irán, cuyo majestuoso paredón nos recibe orgulloso. Un hueco en las alturas nos anuncia que allí se abre una estancia con más de un espacio en su interior, para el Rey enterrado y sus familiares. Darío I , Jerjes I, Artajerjes I, Darío II tienen su tumba en este lugar.
Excavadas en la roca, desde el suelo me pregunto cómo serían los andamios para realizar semejante obra, cuántos habrán caído de ellos cuando el viento que me refresca los encontrara distraídos. En el mismo farallón rocoso se observan los bajorrelieves tallados en la roca, que cuentan la Historia a las futuras generaciones, entre quienes me encuentro. Se pueden observar combates triunfales, conquistas o nombramientos reales.
La tumba de Darío I es la más importante, cuatro columnas enmarcan su entrada. Se lo observa frente al fuego, también el trono y bajo las alas de un hombre pájaro que simboliza la gloria real. Fueron saqueadas luego de la derrota de Darío III a manos de Alejandro.
Terminado el recorrido arqueológico de este día me encuentro pensativo, con ganas de sentarme a conversar de política con Darío, (difícil, no?) o de ver a los artesanos tallando la piedra, caminar por la sala de espera buscando un intérprete para preguntar a los recién llegados sobre sus costumbres y forma de ver la vida. Me pregunto si avanzamos o retrocedemos en las relaciones entre los pueblos… pienso en las guerras actuales, pienso en los refugiados, pienso en los que escapan migrando en la búsqueda de un poco de paz y de mejores condiciones entre tantas vidas destruidas. Me pregunto cómo es posible que ocurra. No me pregunto para qué, eso lo sé. Para que unos pocos vivan acumulando más de lo que podrían usar en mil vidas…
Gentileza para América XXI: Textos: Claudio D’Innocenzo; Fotos: Matías Quirno Costa
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