El mundo cambió y nosotros tenemos que cambiar con él - Por Maureén Maya, desde Colombia
"El sistema debe cambiar y quienes lo hacen cambiar, somos nosotros, los humanos".
02 mayo, 2020
category: FORO DEBATE
Hace cuanto se venía advirtiendo a los gobiernos de turno que en La Guajira faltaba el agua, que la gente moría de sed, que el riesgo era mayúsculo; pero los gobernantes prefirieron comprarse camionetas de lujo y mantener su obsceno estilo de vida, brillante y destemplado, antes que salvar la existencia de millares de compatriotas. Y hoy cuando es cuestión de vida o muerte garantizar que el agua llegue a cada vereda y esquina del país, no hay ni tuberías ni planes de ingeniería.
Hace cuanto se venía reclamando desde la literatura y el cine, la prensa y la acción civil que la Amazonía es el corazón de Colombia, que había que protegerla, invertir en ella, realizar una amplia y generosa agenda social, rescatar y defender su legado cultural, el valor ancestral de su gente y de sus tierras, pero los gobiernos miraron para otro lado, prefirieron proteger la banca amiga y los mercenarios de la moral que se disputan los cargos de poder, y desdeñar la matriz de nuestra vida. Hoy la tragedia se cierne como sombra negra sobre Leticia y el gobierno sigue sin entender.
Lo mismo sucedió con la paz. Años y años llevaban las organizaciones sociales y la academia advirtiendo que el país necesitaba educación gratuita y de calidad, que la estulticia de las mayorías y su aspiracional mafioso y violento eran a causa de la ignorancia, la falta de oportunidades y el acceso a educación. La respuesta de los gobiernos fue reducir el presupuesto para investigación científica y para el funcionamiento digno de las universidades públicas. Y el día en el que se necesitó de una nación pensante, crítica y dueña de su destino, salió engañada y manipulada por políticos sin moral y apóstatas de la fe, a votar contra la paz.
Es evidente, y decirlo es llover sobre mojado, que el mundo que conocimos, el que naturalizó la injusticia y la violencia, la exclusión y la profunda inequidad social, la frivolidad y el consumismo irracional, y que hizo de la anormalidad la normalidad y de la inmoralidad una virtud en la política y en las relaciones sociales, debe ser superado. Y hoy tenemos la oportunidad de replantear el rumbo, de reflexionar desde el silencio y la parálisis social, de reinventarnos, de modificar nuestras prioridades y unirnos, como semejantes, para construir un mundo más digno, amable, justo y sensato para todos y todas.