La tragedia climática llegó al sur de América
09 agosto, 2021
category: zBOLETIN SEMANAL, zBS11
Todo sucedió en un par de semanas, desde junio hasta nuestros días. Bélgica, Alemania, Luxemburgo y los Países Bajos recibieron en dos días de junio el agua equivalente a dos meses de lluvia. Más de cien de personas murieron y decenas desaparecieron. En el mismo hemisferio norte pero del otro lado del Atlántico, una excepcional y peligrosa ola de calor asoló regiones de Estados Unidos y Canadá. Poblaciones acostumbradas al frío, registraron temperaturas de hasta 45°centígrados.
La agencia meteorológica de la ONU no dudó en atribuir estos fenómenos extremos a la alteración de la atmósfera por las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por la actividad humana. La principal diferencia entre una temporada de condiciones climáticas determinadas y los fenómenos por el calentamiento global es la intensidad extrema en poco tiempo. Mucho daño en un corto lapso y en ciclos recurrentes.
La otra característica está dada por la repetición de esos ciclos extremos, como si la naturaleza impactara con golpes furiosos, breves pero continuos. De hecho, las lluvias han provocado las peores catástrofes de los últimos 50 años y el cambio climático las hace más peligrosas. Solo los desastres relacionados con el agua han causado cerca de 1,3 millones de muertos. Dicho de otra manera: la mitad de los daños humanos y económicos causados por catástrofes en los últimos cincuenta años están relacionados con el agua y el clima.
Hacia el sur, el Paraná
Deforestación, tala, quema, avance de la frontera agropecuaria por sobre los bosques y las poblaciones que los habitan, marcan estos tiempos de calentamiento gradual de la Tierra. En las grandes urbes, la parábola del aire acondicionado es la mejor síntesis: en ciudades que antes no necesitaban aire fresco artificial, hoy se instalan enormes cantidades de aires que, a su vez, demandan más energía para su funcionamiento, producida en hidroeléctricas cuyas represas tienen cada vez menos agua.
El cono sur de América transita una situación nunca vista en los últimos 80, 90 o 100 años, según la región que se analice. En términos generales, la población reconoce el problema pero predomina la idea de que, cuando retornen las lluvias, la situación se revertirá. El razonamiento es lógico, teniendo en cuenta el tradicional ciclo del agua y de la naturaleza. Pero esta vez el asunto va más allá, precisamente porque la recurrencia de los fenómenos es mayor que el período de recuperación.
Los gobiernos advierten que será necesario disminuir el consumo y preparan algunas medidas paliativas para cuando llegue el próximo verano (diciembre-marzo). En el medio, lo voceros del liberalismo descreen que el consumo sea un problema y relacionan la producción de energía con el negocio.
El Gobierno de Brasil pidió recientemente a la población que ahorre energía eléctrica y agua potable para enfrentar la sequía en las principales cuencas hidrográficas, que está provocando la peor crisis hídrica de los últimos 91 años. El Ministerio de Minas y Energía considera que la situación es crítica pero el Congreso acaba de aprobar -a pedido del Gobierno de Jair Bolsonaro- la privatización del gigante estatal eléctrico Eletrobras, mayor empresa eléctrica latinoamericana.
El río Paraná es la principal arteria fluvial del sur de América. Nace en Brasil y cruza los territorios de Paraguay y Argentina, con afluentes en el sur de Bolivia y en Uruguay. Es la mayor vía de salida de productos de exportación y a su vera se levantan grandes ciudades y los principales puertos fluviales. Pues bien, el nivel del agua del Paraná está por debajo del cero desde hace al menos dos meses (menor nivel de agua que el mínimo histórico). El caudal de los ríos que lo alimentan, además, está reducido a su mínima expresión.
El Instituto Nacional del Agua (INA, de Argentina) no prevé grandes cambios durante agosto y mantiene la tendencia decreciente en los próximos tres meses. Si esto se consolida, el Paraná habrá alcanzado el nivel de agua más bajo desde que se tenga registro, durante el período más largo de tiempo, mayor aún que la bajante más severa, de 1944. La situación es más que alarmante, señala el INA, para abastecimiento de agua, generación de energía, navegación y riego.
El 19 de julio, Jorge Zárate, desde Asunción, publicó un informe según el cual la peor sequía del río Paraná afecta al Paraguay. Puso como ejemplo que la represa binacional de Itaipú (que comparten Brasil y Paraguay) producirá un 15% menos de energía este año y la de Yacyretá (compartida entre Paraguay y Argentina) funciona al 50% de su capacidad.
Además, como el río tiene un caudal un 40% menor que el promedio histórico, los puertos graneleros sobre su vera no se puedan utilizar porque no hay calado para llevar las barcazas. Lo mismo sucede en los puertos hacia el sur, ya en territorio argentino, donde las bodegas de os grandes buques cargan apenas la mitad de su capacidad, para evitar impactar contra el lecho.
En Argentina temen que haya problemas con la energía y el abastecimiento de agua potable. En Brasil, el estado de Matto Grosso emitió una alerta y el corazón de la generación energética está en crisis, completaba el informe Jorge Zárate, que está disponible en nuestro portal.
Más al sur, la Patagonia
Tampoco escapa a este fenómeno histórico la región patagónica, que abarca el sur de Chile y de Argentina, con características propias y atravesada por la cordillera de los Andes.
Chile registró durante julio hasta 80% de déficit de lluvias con respecto al promedio histórico y se transformó en uno de los meses invernales más secos en la historia del país. Según el Balance Hídrico Nacional del séptimo mes del año, los déficits de pluviometría están entre el 62 y el 80% respecto del promedio histórico.
Durante junio y julio, los dos meses de mayor lluvia históricamente, la ciudad de Santiago registró 23 milímetros de agua caída, un déficit de 86 por ciento en la lluvia de un año normal. Sólo en julio se reportaron 0,6 milímetros cuando lo normal son 76 milímetros. La acumulación de nieve anotó un déficit superior al 85 por ciento y los embalses en el país tienen acumulado el equivalente al 28% de su capacidad y 46% del volumen que históricamente tenían a la fecha.
En 2019, en medio de la temporada estival en el hemisferio sur, el gobierno chileno estableció en 136 comunas de cinco regiones del país decretos de escasez. En ese período, la zona central de Chile enfrentó una de las sequías más graves de los últimos 60 años, con un déficit de precipitaciones de un 70% (foto inferior).
Este fenómeno se siente también la zona cordillerana y la estepa de la Argentina, signada por las corrientes climáticas del pacifico chileno. El único registro histórico de una sequía tan prolongada en los ríos Neuquén, Limay y Río Negro, los tres más importantes de la región, ocurrió entre 1907 y 1913. Pero la gravedad de los tiempos actuales es que la Patagonia lleva casi 13 años de sequía y baja constante de los niveles de lluvia, nieve y agua acumulada.
Varios ríos y arroyos de la región se alimentan de nieve antes de que lluvia, pero la acumulación nívea también es escasa. No sólo hizo temblar la temporada de turismo invernal sino que encendió la alarma sobre la falta de perspectivas de que la situación mejore antes del verano, época extremadamente seca.
Siguiendo la cordillera de los Andes hacia el norte, las provincias de la región de Cuyo (Mendoza, San Juan y San Luis) transitan por el mismo fenómeno. Según relevamientos satelitales, la cordillera central presenta la superficie cubierta por nieve más baja desde el 2000, y considerando los valores normales, es el cuarto año consecutivo también por debajo de dichos valores.
Emergencia hídrica
Volviendo a la Patagonia, especialistas del área técnica y meteorólogos de la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas (AIC, que comparten las provincias de Río Negro y Neuquén), coinciden en que semejante fenómeno en el cono sur tiene una relación directa con el cambio climático, marcado fundamentalmente por el déficit de lluvia y nieve en los últimos 15 años en la zona cordillerana.
Desde 2019 se acentuaron los períodos secos en la cuenca del río Colorado (en el límite entre la región patagónica y, hacia el norte, la región pampeana bonaerense) y también en la del río Neuquén, extendiéndose hacia al Sur de Argentina y hacia la costa del Océano Atlántico.
“Observamos escenarios persistentes de sequía y mayor frecuencia de eventos extremos en la región que pueden asociarse al cambio climático”, señala el meteorólogo de AIC Fernando Frassetto. La tendencia es deficitaria para los próximos meses por lo que “es muy importante trabajar en optimizar el recurso hídrico”.
La AIC acaba de disponer la emergencia hídrica que, entre otras cosas, le permiten al organismo toma el control de los embalses y administra los caudales, optimizando su uso en las ciudades, el riego para la fruticultura y la industria.
Varias ciudades patagónicas presentaron este otoño e invierno una baja cantidad de días con nieve, como Bariloche (provincia de Río Negro) y Esquel (Chubut), con 10 y 11 días menos respecto a los valores normales (ver mapas comparativos inferiores).
Precisamente en Esquel, un grupo de vecinos detectó la casi desaparición de una laguna, ubicaba en cercanías del aeropuerto local, en la que había aves y mamíferos acuáticos. El espejo de agua retiene cerca de un tercio del caudal que supo tener (foto inferior).
El ingeniero Elías Sapag, de AIC, lo resume así: “venimos de 12 años de sequía, en el último año hemos perdido más de 2.700 millones de litros de agua y, en lo que va de este año se perdieron casi 6.000 millones. Ni mayo, ni junio ni julio nos han dado el agua ni la nieve ni la humedad suficiente. Para los próximos meses, no vemos eventos meteorológicos que puedan tener significado a los fines hidrológicos”.
Recordó que “este cambio de clima global está generando una gran sequía en el cono sur. Los eventos se ven con mucha violencia y estimamos que, en el devenir del tiempo, se notará escases de agua”. Recordó que, en la región, a fines de agosto comienza la época histórica de sequía.
Tras defender la necesidad de construir más embalses (“que en la Patagonia argentina se pueden instalar en zonas de estepa, desiertas, sin afectar bosques ni poblaciones”), Sapag alertó que, cuanto antes, “habrá que tomar medidas muy serias, además de usar racionalmente el agua”. Pidió canalizar arroyos, entubar vertientes y prever el traslado de agua en camiones. Afirmó que, ante la falta de agua, habrá menos pasto para el ganado, por lo que también habrá que asistir a las familias de las zonas productoras.
La falta de agua también se da en tiempos de sequía de debates. La matriz de las economías de los países del Cono Sur se apoya en la «administración compartida» entre el Estado y las empresas privadas, con fuerte presencia de las multinacionales y de los grandes capitales nacionales. Es ilógico pedir a las empresas privadas comprensión en tiempos de escases, en países donde ningún gobierno defiende al agua como un derecho humano. Mientras, las grandes empresas comercializan el agua en Wall Street.
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