Poco margen para la Casa Blanca
04 septiembre, 2017
category:
Repudio masivo y acorralamiento al presidente estadounidense
Tensiones internas con el Partido Republicano, reveses en el Congreso y un vicepresidente con alto perfil. Trump sufre grandes presiones y busca apuntalarse con amenazas de nuevas guerras.
En los últimos meses tres funcionarios de peso salieron del gobierno de Donald Trump. Primero fue el turno de Reince Priebus, ex jefe de Gabinete, y Sean Spicer, ex secretario de Prensa. Luego fue despedido Steve Bannon, publicista y estratega político que al salir declaró que “la presidencia de Trump está terminada”. Bannon, considerado artífice de la campaña electoral que llevó al magnate a la presidencia, es un ultraconservador afín a los sectores supremacistas blancos y neonazis que protagonizaron choques violentos en Charlottesville, Virginia, en los que una mujer murió y hubo decenas de heridos (ver recuadro). En una de sus últimas apariciones en la prensa, el dirigente fascista había desautorizado públicamente al mandatario al desestimar la posibilidad de un ataque militar a Corea del Norte, amenaza recurrentemente utilizada por Trump.
No es el único escollo que atraviesa la presidencia del multimillonario. Sus colegas republicanos en el Congreso tampoco le allanan el camino para que pueda cumplir sus promesas de campaña. Fueron tres senadores del partido que lo llevó a la Casa Blanca –entre ellos John McCain, senador por Arizona, que con 80 años y un cáncer cerebral recién diagnosticado hizo una aparición dramática en la Cámara para votar– los que evitaron la derogación del Obamacare, el plan de salud diseñado por el ex presidente demócrata Barack Obama.
Sin embargo, lo que más complica a la administración de Trump desde que asumió son los vínculos con Rusia. Michael Flynn, ex asesor en seguridad nacional, debió renunciar a su puesto en febrero, con apenas un mes en el cargo, por sus contactos con el embajador ruso en Washington. Hace meses que el FBI, comisiones del Congreso y el Departamento de Justicia investigan un supuesto robo de información sobre Hillary Clinton, por parte de hackers rusos, con el fin de manipular la opinión pública de cara a la elección estadounidense del año pasado. Trump asegura que se trata de “una caza de brujas”.
El mismo Congreso que obturó la derogación del Obamacare fue el que impuso al presidente la firma de un paquete de sanciones contra Rusia en julio. “Ni el presidente ni yo estamos contentos”, expresó al respecto Rex Tillerson, secretario de Estado y anteriormente máximo ejecutivo de la petrolera ExxonMobil.
En el marco de esta situación política de inestables equilibrios entre los distintos sectores de poder, Trump realizó otro anuncio contrario a sus promesas de campaña, pero que tranquilizó al establishment militar y de inteligencia: mantendrá y ampliará la presencia de sus Fuerzas Armadas en Afganistán. “No vamos a reconstruir naciones de nuevo. Vamos a matar terroristas”, aseguró. Y añadió: “Lucharemos para ganar. A partir de ahora, la victoria tendrá una definición clara: atacar a nuestros enemigos, aniquilar a Estado Islámico, aplastar a Al Qaeda, impedir que los talibanes se apoderen de Afganistán y detener los ataques terroristas masivos contra Estados Unidos antes de que surjan”. No detalló cuántas tropas serán desplegadas en el territorio que el ejército estadounidense mantiene ocupado desde 2001.
La decisión redundó en el apoyo de los sectores conservadores y el ala más tradicional del Partido Republicano. Pero generó críticas en parte de su base social, que aún tiene expectativas en su condición de “outsider” del sistema político. “Pensé que íbamos a drenar el pantano en Washington, no despejar el desierto en Afganistán”, afirmó Laura Ingraham, periodista y escritora. “No importa por quién se vote. Siempre gana el complejo industrial militar”, agregó Ann Coulter, abogada y analista ultraderechista.
Agenda exterior
Aunque las principales preocupaciones de Washington están del otro lado del Océano Pacífico, el escollo que representa la Revolución Bolivariana para la necesidad de reorganizar América Latina bajo su comando llevó a que el vicepresidente Mike Pence emprendiera una gira por Colombia, Argentina, Chile y Panamá. Como primer punto de la agenda, Pence intentó bajar el tono de las declaraciones de Trump sobre una posible invasión militar a Venezuela y aseguró en reiteradas oportunidades que el objetivo estadounidense es “una restauración pacífica de la democracia”. Reunido en Cartagena con el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, el mandatario estadounidense explicó a qué se refería con “pacífica” y sostuvo que su gobierno “utilizará el poder económico y político para que Venezuela sea libre”.
También aprovechó el viaje para negociar acuerdos bilaterales comerciales (ninguno de gran magnitud: importación de paltas colombianas, exportación de carne de cerdo a Argentina, por ejemplo) e intentó comprometer a los gobiernos a romper todo tipo de relaciones con Corea del Norte para avanzar en su objetivo de aislar al gobierno de Kim Jong-un. “La era de la paciencia ha terminado. Estados Unidos hará todo lo que pueda económica y políticamente para que Corea del Norte abandone sus programas nucleares y de misiles balísticos”, dijo desde Santiago de Chile y realizó un “llamado urgente” a Chile, Brasil, México y Perú para que se pongan al frente de esa tarea en la región.
Con ese mismo objetivo, a fines de agosto el Departamento del Tesoro anunció sanciones y congelación de activos contra 10 empresas y seis personas de origen ruso y chino por tener vínculos con Corea del Norte. “El Departamento del Tesoro seguirá aumentando su presión sobre Corea del Norte, apuntando a quienes apoyen el desarrollo de sus programas nucleares y balísticos y aislándolos del sistema financiero estadounidense”, sostuvo el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin. Se trata de compañías financieras o energéticas que comerciaron con Pyongyang.
La mira en 2020
Pese a que su mandato lleva menos de un año, dirigentes del Partido Republicano ya comenzaron a pensar en la sucesión de Trump. Entre ellos, el ex precandidato John Kasich y el vicepresidente Mike Pence. Aunque no es infrecuente que faltando tanto tiempo se empiecen a diagramar futuras candidaturas, dado que los fondos que se requieren para encarar una campaña son multimillonarios, lo novedoso es que en Estados Unidos el partido gobernante espera primero la definición de su representante en la Casa Blanca que, se presupone, aspirará a la reelección. De acuerdo a The New York Times, en una consulta con 75 republicanos en distintas funciones de gobierno y partidarias, lo que prima es la incertidumbre. “Ven debilidades en este presidente”, dijo John McCain.
Los ojos están puestos en Pence, que ya comenzó a juntar fondos y designó como jefe de su gabinete a un operador político de larga trayectoria en campañas electorales. Por supuesto niega su aspiración presidencial, a la que calificó como un rumor “absolutamente falso”. Desde el Comité Nacional Demócrata también confirmaron que se encuentran haciendo “investigación de oposición” sobre el Vicepresidente y otros republicanos a quienes podrían enfrentarse en 2020.
Cuando comenzó su presidencia, Trump tenía un 45,5% de aprobación según un promedio de encuentras de opinión pública realizado por Fivethirtyeight. Siete meses después, los datos cambiaron radicalmente: el 56,8% desaprueba su gestión, mientras que sólo el 36,9% tiene una mirada positiva. Cumplidos apenas siete meses de gobierno, en términos comparativos con otros presidentes hay que retrotraerse a la administración de Gerald Ford en la década de 1970 para encontrar índices similares de rechazo.
Julia de Titto
Charlottesville expuso el nuevo clima social
Con el triunfo de donald Trump un rebrote de violencia callejera y racial, expresado en distintos enfrentamientos entre grupos supremacistas blancos y colectivos antifascistas. el conflicto cobró otra magnitud en agosto, luego que una persona falleciera y nueve aparecieran heridas cuando un automóvil embistió contra una multitud que protestaba en contra de una marcha de ultranacionalistas en la ciudad de Charlottesville, Estado virginia.
La localidad sureña escenario de protestas debido a una iniciativa que busca un monumento del general Robert E. Lee, que comandó el ejército confederado en la guerra de secesión, en defensa de la esclavitud.
Los hechos se magnificaron cuando el presidente Trump condenó públicamente «la violencia de ambos bandos», aunque después trató de moderar su discurso haciendo un llamado a «sanar las heridas» y por la «Unidad Nacional», el daño ya estaba hecho. Amplios sectores de la sociedad lo condenaron por no criticar el racismo y los grupos neonazis.