La violencia en Libia de la que Estados Unidos vuelve a huir
(Por Adrián Fernández – América XXI) – Estados Unidos decidió retirar sus tropas de Libia tras la ofensiva militar lanzada por el general Jalifa Haftar contra Trípoli, capital del país, en medio de la disputa por bandos emergentes desde que la OTAN apoyó el derrocamiento y asesinato de Muamar Gadaffi, en 2011.
Lo que occidente llama «guerra en Libia», aludiendo al enfrentamiento entre dos facciones, es una disputa militar por administrar un gobierno que responda a unos y otros intereses internacionales de las naciones que promovieron la intervención en 2011.
El Mando para África de Estados Unidos (Africom) informó que “debido al aumento de los disturbios en Libia, un contingente de las fuerzas que apoyan al Comando de África fue trasladado temporalmente del país”, con el argumento del agravamiento de las condiciones de seguridad sobre el terreno.
Este anuncio se produjo después de que el llamado Ejército Nacional Libio (ENL), encabezado por el general Jalifa Haftar, lanzara una ofensiva militar para tomar la ciudad de Trípoli y quedarse con el Gobierno.
Cuando en 2011 la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), liderada por Estados Unidos, intervino militarmente en Libia para «restaurar la seguridad» y liberar al pueblo de la «dictadura» de Gadafi, el país petrolero padece un proceso de devastación del que occidente nunca se responsabilizó.
Estados Unidos y la OTAN lograron acabar con Gadafi pero el vacío de poder y las disputas internas sumergieron al país en un profundo caos. El Gobierno surgido con apoyo de Naciones Unidas (ONU) nunca pudo consolidarse.
Surgieron desde entonces varias organizaciones militares y políticas -y también grupos extremistas- que disputan el poder al llamado Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN), liderado por Fayez al-Sarraj, promovido por la ONU con sede en Trípoli.
El otro grupo militar importante, liderado por el general Haftar, con sede en la ciudad de Tobruk, domina las regiones del este y controla los principales recursos petroleros de Libia y lleva adelante desde hace años una ofensiva sobre Trípoli.
Tras semanas de enfrentamientos y ataques desde el este hacia la capital, los dos grupos en disputa se declararon este fin de semana la guerra y el Gobierno de Trípoli, reconocido por la comunidad internacional, oficializó su contraofensiva.
El primer ministro del llamado gobierno de Trípoli, Fayez Serraj, aseguró que intentó acatar los pedidos de cautela y moderación de la ONU pero la avanzada de Haftar lo pusieron apenas a 50 kilómetros de la capital.
Serraj se reunió en estos días con la embajadora de Francia en Libia, Béatrice du Hellen, para comunicarle que su gobierno consideraba a París cómplice de la «invasión de Trípoli» que intenta Haftar.
La acusación de Trípoli sostiene que Francia está apoyando al general rebelde en su avanzada sobre la capital y todo el país.
Una denuncia similar hizo hace unos meses el gobierno italiano cuando afirmó que París está alimentando la inestabilidad del país norafricano por sus «intereses petroleros».
En febrero de 2011, Francia y la OTAN -junto a Estados Unidos, en silencio- decidieron intervenir militarmente en Libia, acosada por un conflicto interno entre el gobierno de Gadafi y la oposición.
Con el argumento de “ayuda humanitaria” (término que consta en las crónicas de la época) la OTAN descargó toneladas de bombas para debilitar a la “dictadura”.
En primer país en reconocer al Consejo Nacional de Transición (CNT, Gobierno de transición), creado a finales de febrero de 2011, fue Francia, por entender que era el “único representante de Libia”. Luego se sumaron otros 25 países.
En los primeros cuatro meses de la intervención militar, que occidente denominó guerra civil, se cobró la vida de entre diez y quince mil libios (sumados muertos y desaparecidos).
Tras la caída de Gadafi el CNT se disolvió para iniciar una “transición democrática” hasta la creación de la “nueva república”.
Pero algo salió mal en los planes de occidente. Previsiblemente, los diferentes sectores del poder, las tribus que habían contribuido a la caída del “dictador” comenzaron su propia disputa.
En 2014 estalló un nuevo conflicto interno que dejó a Libia dividida en diferentes zonas de influencia y sumido en una violencia que se mantiene hasta hoy.
Actualmente el llamado Gobierno de Consenso Nacional de Libia, sostenido por la ONU, es apenas la cara institucional de un país devastado, desarticulado y violento. Ni la OTAN, ni Francia en particular ni Estados Unidos realizaron tareas humanitarias en Libia.
El país quedó fuera de control y las potencias nunca hicieron la tarea que prometieron realizar aunque mantienen su dominio sobre el petróleo, ya sea a través de grupos aliados o del mercado negro.
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